lunes, 26 de noviembre de 2007

La Caída del Hombre IV

Vamos a enfocarnos ahora en el siguiente relato de la Creación, contenido en Bereshit-Génesis 2.4-25.

Lo primero que debemos hacer es marcar las diferencias con el relato anterior, que han sido, precisamente, la principal razón por la cual se ha propuesto que este relato pertenece a una época y tradición diferente al otro, pero que al final fueron integrados en un solo volumen.

Sin insistir en que dicha postura no me convence, me limito a recordar que la única razón por las cuales me parece que este relato es radicalmente diferente - que sí lo es - es por sus diferentes objetivos.

Hay tres diferencias sustanciales con el otro relato.

1. El Nombre de D-os.

Esta es la principal diferencia estilística del relato, y es que siempre que se menciona a D-os, se incluye el Tetragramatón Sagrado (YVHV), mismo que en la tradición judía no se pronuncia, y se sustituye por HASHEM (literalmente EL NOMBRE) o ADONAI (literalmente SEÑOR).

Pero insisto, esto tiene que ver con la diferente natural del ser humano como individuo que como sociedad.

El NOMBRE de D-os no es revelado a la sociedad. ¿Por qué? Porque se estaría sentando la base para exigir que TODA la sociedad se sometiera al mismo conocimiento espiritual, pretendiendo con ello una homogeneidad imposible de lograr en el ser humano. Lo que se le da a la sociedad es la base de la RELIGIÓN, que puede ser tan variable como la sociedad misma, y que el único requisito que debe tener, como ya lo vimos en relación al Shabat, es que debe ofrecerle al humano la capacidad de autoevaluarse y corregirse para mantener el equilibrio con el resto de la Creación, y por lo tanto el equilibrio dentro de sus propias dinámicas sociales.

Al individuo, en cambio, se le da la ESPIRITUALIDAD, o la posibilidad de acercarse a D-os de una manera personal, por Nombre. Ciertamente, el judaísmo va a aclarar que es imposible para el ser humano NOMBRAR a D-os, en tanto NOMBRAR implica COMPRENDER, y D-os se halla más allá de nuestra posibilidad de comprensión.

De todos modos, al mencionar a D-os como HASHEM, el texto no deja claro que la necesidad del individuo es de otra naturaleza que la de la sociedad. Por lo tanto, en el relato anterior ese D-os sin Nombre sólo le da dos órdenes a la humanidad: multiplicarse y sojuzgar la tierra. El Shabat ni siquiera lo menciona como una orden. Es una práctica de D-os, que luego vendrá a ser una orden para el judaísmo.

En cambio, aquí vamos a ver el continuo diálogo entre ese D-os que permite vislumbrar un aspecto de sí mismo (YHVH) a modo de Nombre, y un ser humano individual que está acostumbrado a ese diálogo.

Dicha necesidad de dialogar, o dicho en un nivel más profundo, de interrelacionarse, se hace patente en que el hombre recibe el encargo - y con ello el privilegio - de nombrar a los animales (2.19), porque el razonamiento de D-os es que "no es bueno que el hombre esté solo". Este punto, delicado, es el punto de contacto donde individuo y sociedad se entiende como parte de un mismo cosmos, y más adelante retomaremos este punto.

Es muy significativo el contenido del diálogo que, como ya vimos, establecen D-os y el hombre. Ya mencionamos que a la sociedad se le da la orden de crecer y sojuzgar. En cambio, al individuo se le da la orden de alimentarse de cualquier árbol, menos del de la ciencia del bien y del mal (2.16-17).

Otra diferencia propia de lo que implica esa relación personal con D-os, privilegio del individuo: al individuo se le prohíbe la ciencia como patrimonio exclusivo, porque los fundamentos de la misma, D-os los dejó para la sociedad.

Dicho de otro modo, el conocimiento debe ser una meta colectiva, que aporte beneficios colectivos. Si el individuo se apropia de lo que perteneces a todos, entonces aparece la muerte.

Resumiendo: la ciencia es para todos, la moral es individual.

Cierto que cada persona puede disfrutar de los beneficios de la ciencia, del mismo modo que cada cultura construye sus convenciones que permiten que, en mayor grado, se logre una percepción moral más o menos homogénea. Es decir, la ciencia permea en la esfera de lo individual, y la moral en la esfera de lo social, pero para garantizar el equilibrio, el ser humano debe entender que la ciencia pertenece a la esfera de lo social, y las convicciones morales a las de lo individual.

De lo contrario, el manejo exclusivo del conocimiento por parte de un individuo o de un grupo limitado, impone a la sociedad una estructura de poder que rompe el equilibrio de la Creación. Y si la moral intenta ser aplicada indistintamente a toda la sociedad, el resultado inevitable es la creación de tribunales inquisitoriales que se encarguen de garantizar que no exista la conciencia individual, sino el sometimiento.

El desequilibrio.

En cambio, hacer las cosas como lo indica la Torah, garantiza los beneficios comunitarios del conocimiento, y la libertad de conciencia - y, eventualmente, la de expresión - del ser humano individual.

2. El orden de la Creación.

El relato anterior es un ejemplo de cómo se va de lo general a lo particular, siendo creado primero el universo, y hasta el final la sociedad humana.

Aquí es básicamente al revés. Los cielos y la tierra son creados al principio (2.4), pero se nos dice que antes de que cualquier planta o cosa fuera creada en la tierra, D-os hizo al hombre (2.5-7), y sólo hasta entonces D-os crea un Huerto y su vegetación correspondiente (2.8-9).

Y esto nos da la base para saber donde ubicar el ego del ser humano.

Somos diferentes por naturaleza, únicos. Y está bien que intentemos reconocer esa individualidad desde un principio. Le corresponde al individuo disfrutar de los rasgos que lo hacen único, y con ello poder definir a los demás como diferentes.

Según este texto, en el principio, solamente existe uno mismo. Por lo tanto, aquí no se menciona que el humano sea Imagen y Semejanza de D-os, porque ese no es un privilegio del individuo, sino de la sociedad.

En consecuencia, el individuo puede disfrutar de todo lo que el ser único le ofrece, pero no debe pretender imponerse sobre los demás, porque la Imagen y Semejanza de D-os es patrimonio de todos, y la orden de sojuzgar el mundo fue dada a todos, no a uno.

El equilibrio se logra, entonces, cuando cada individuo entiende que puede disfrutar de su individualidad. Tener ideas propias y gustos propios, sin que eso le dé derecho a convertirse en el amo de los demás.

Aquí está planteado el respeto que se merece la vida psíquica de cada humano, contrastante con la base de las dinámicas sociales mencionadas en el relato anterior. Entendiendo este contraste, debe buscarse entonces un ejercicio del conocimiento - y en consecuencia del poder - democrático, con el consecuente respeto de todos los derechos del individuo.

3. El sentido de ubicación.

Se ha insistido en que el pasaje de 2.10-14 es una inserción posterior, ajena al relato de la Creación que nos ocupa.

No me parece. Simplemente, el punto es que el individuo es el que necesita saber en donde se ubica. La sociedad debe habitar el Planeta Tierra, el individuo debe vivir en Edén. El Planeta Tierra ha sido creado completo, y la sociedad debe integrarse a ese cosmos, respetando su equilibrio. En cambio, el individuo debe trabajar y labrar su entorno (2.15), y por lo tanto tiene que identificarse con él.

Por eso las referencias geográficas específicas, que además le ofrecen al individuo los conceptos necesarios para hacer uso de ellas:

a) "Salía de Edén un río para regar el huerto". El hombre no está sólo en su labor de cuidar su huerto. Debe entender que trabaja en sociedad con la naturaleza, reproduciendo a escala ese equilibrio que debe mantener la sociedad.

b) "... Pisón, éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro". El trabajo del individuo produce riqueza, y no hay nada en la Torah que ponga en tela de juicio la legitimidad de la misma. Si el individuo sabe darse su lugar en la Creación, sin duda también sabra darle su lugar a la riqueza. Pero para ello debe estar seguro de que el lugar en donde está es un lugar donde puede prosperar.

c) "... Gihón, éste es el que rodea toda la tierra de Cus... Hidekel, éste es el que va al oriente de Asiria". El individuo debe saber que hay fronteras. Puede tener sus ideas, puede tener sus gustos, puede prosperar, pero respetando siempre el concepto de la frontera, ese lugar donde termina su capacidad de influir y expandirse, y empieza la de otro, o la de otros.

Aquí nos enfrentamos a un delicado equilibrio concerniente al problema del "otro". El individuo tiene derecho a identificar la otredad, mientras que la sociedad debe entender que TODOS somos la Imagen y Semejanza de D-os, lo cual implica que las sociedades deben reconocerse como iguales, porque es al individuo al que se le permite identificarse como único.

El concepto de frontera es, entonces, la forma en la que el individuo identifica al "otro", pero también la forma en la que reconoce que los otros grupos sociales tienen las mismas características que el propio, y por lo tanto los mismos derechos y necesidades. Y por ello tienen su propio espacio, su propio territorio, el lugar en el cual deben ser respetados.

d) "... el cuarto es el Eúfrates". Así nada más, sin indicaciones. El individuo no monopoliza el conocimiento, y por lo tanto debe admitir que hay un límite, después del cual ya no puede seguir acaparando datos. Por lo tanto, debe entender que su expansión personal también tiene límites, de tal modo que no caiga en la tentación de igualarse a D-os, el Único que no tiene fronteras, y que por lo tanto es el equilibrio integral. El ser humano, como individuo y como sociedad, debe ubicar todos estos elementos que provocan una tensión inevitable, para entonces ir buscando y construyendo el modo de conservarlos en equilibrio. La ciencia y la religión son herramientas para la sociedad; la espiritualidad y la moral son herramientas para el individuo. Con ellas tenemos que construir nuestros propios límites, identificar nuestras fronteras, y lograr coexistir como humanidad en tanto Imagen y Semejanza de D-os, pudiendo al mismo tiempo tener nuestras propias ideas, nuestros propios gustos, nuestra propia individualidad.

Los versículos 18-25 nos hablan de la creación de la mujer, como individuo externo, ajeno, a Adam. Dicha idea es completamente ajena a la que ofrece el relato anterior, en el que varón y hembra son creados juntos, y como una unidad indivisible llamada HOMBRE (ADAM). Aquí es todo lo contrario: Adam es un individuo, y su eventual esposa, Java, es otro.

Me parece muy burdo plantear, como ya lo han hecho, que esto es una contradicción. Del mismo modo, pretender que esta diferencia obedece a que cada relato tiene un origen diferente y que un editor posterior los metió en el mismo compendio.

Lo que me parece obvio es que el autor tiene perfectamente claro que el ser individuo y el ser parte de una sociedad involucra al ser humano en tensiones muy difíciles de solucionar.

Y entonces la solución es la irrupción del "otro", aunque en una dimensión muy diferente a la que mencionamos en relación a las fronteras marcadas por los ríos Gihón y Eúfrates.

Aquí estamos hablando del "otro" inmediato, del que está junto a nosotros, no del otro lado de las fronteras. De aquel que nos afecta directamente, y por lo tanto, al que nosotros también afectamos en lo inmediato.

O dicho en su sentido más exacto, el PRÓJIMO.

Lo relevante de este pasaje es que nos enseña que la familia, en tanto institución, es una necesidad propia del individuo. Curiosamente, no se menciona en la sociedad.

La sociedad, como tal, no parece estar urgida de la familia, en tanto logre conservar su equilibrio. Sin embargo, va a ser difícil mantener ese equilibrio debido a las tensiones que implica la dualidad sociedad - individuo.

Como lo mencioné anteriormente, este es el punto donde se establece el canal que contacta, y en su nivel óptimo resuelve, esa tensión.

Java es presentada a Adam para que se acerque, desde su perspectiva individual, al fenómeno de lo colectivo, y entienda que no es bueno estar solo, ser siempre individuo.

Hay un momento donde el individuo reconoce que su naturaleza es gregaria. De hecho, es más fácil que el individuo busque las dinámicas sociales, a que la sociedad pretenda individualizarse hasta el extremo. De hecho, esto último es tan antinatural como el monasticismo radical, que no ha sido una práxis muy comun en la humanidad.

De algún modo, percibimos con ello una sutil subordinación de lo individual hacia lo social. Y por eso, muy correctamente, el primer relato de la Creación que nos ofrece la Torah es el de la SOCIEDAD, para luego poder proceder al individuo, culminando este segundo relato con el punto de contacto y equilibrio entre individuo y sociedad: el matrimonio.

La familia es el espacio donde el ser humano tiene que aprender a ser individuo y sociedad al mismo tiempo, y por lo tanto, el lugar donde tienen que darse cita religión y conocimiento, espiritualidad y moral.

Es el lugar donde cada uno de nosotros hemos sido educados para reconocer las fronteras, tanto las geográficas como las del conocimiento. Es el lugar donde nuestros hijos deben aprender a disfrutar de su individualidad, pero sin perder de vista su pertenencia al grupo. Sólo así podrán disfrutar de su humanidad, sin perder de vista su pertenencia a la Naturaleza.

Es el lugar donde deben establecer su relación personal con D-os, pero donde también deben entender que no tiene NOMBRE, y que aquello que ha sido revelado como si fuera un NOMBRE, es, por lo tanto, impronunciable.

Equilibrio. La familia es el lugar donde el ser humano debe desarrollar la capacidad de conservar las cosas en su lugar y en su momento.

Si se pierde ese equilibrio, las consecuencias pueden volverse devastadoras.

Por eso, terminados los relatos de la Creación, Bereshit-Génesis procede a narrar la caída del hombre. Y empieza por la caída del individuo en su entorno familiar, porque ahora vamos de lo particular hacia lo general.

En consecuencia, en la próxima entrega continuaremos analizando el relato de los individuos Adam y Java, para aproximarnos a los elementos que hace que una familia pierda el equilibrio, y con ello podamos estar en condiciones de estudiar los aspectos que desequilibran a la sociedad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Que errado estás! arrepientete y acepta a Jesús como el Mesías que es..... Tú conocimiento y tu tradición anulan la verdad de las Escrituras, ¡que Adonai te bendiga!