martes, 22 de enero de 2008

POR QUÉ NO SOY JUDÍO MESIÁNICO

En el transcurso de los últimos años se ha venido dando una intensificación del trabajo misionero en Israel por parte de los llamados judíos mesiánicos. Como consecuencia de esta situación, cada vez se hace mayor la duda respecto hasta qué punto el judaísmo tradicional y el judaísmo mesiánico son compatibles, o dicho de otro modo, hasta dónde un judío puede creer que Yeshúa de Nazareth es el Mesías, y seguir siendo judío.

Expongo, pues, mis razones para descartar de manera definitiva dos ideas:

1. Que Yeshúa sea el Mesías.
2. Que el Judaísmo Mesiánico sea judaísmo.

YESHÚA: ¿EL MESÍAS ESPERADO?

Esta es la idea central de la predicación del judaísmo mesiánico. Pero, ¿hasta dónde puede sustentarse con la Historia y con las Escrituras Hebreas?

Vamos a empezar por el aspecto histórico, porque hay un par de detalles que muchos pasan por alto al involucrarse en esta discusión.

El primero es que no sólo hay un Mesías, sino dos. El segundo, que los judíos NO SIEMPRE HEMOS ESTADO ESPERANDO AL MESÍAS.

DOS MESÍAS

“Mesías” viene del hebreo “Mashiaj” que significa, literalmente, “Ungido”. Este término se le aplicaba a aquél que recibía la unción para ser reconocido como Rey de Israel ((I Samuel 10.1; 16.12-13) o como Sumo Sacerdote (Exodo 29.5-7).

La primera razón por la cual resulta sospechoso el concepto de “Mesías” manejado por el judaísmo mesiánico, es que ni siquiera se detiene a distinguir esta dualidad, que en el Tanaj es perfectamente clara.

El judaísmo mesiánico habla del “Mesías” exactamente en el mismo sentido que el cristianismo, y con ello demuestra su NULO contacto con la verdadera tradición judía.

Al decir que Yeshúa es el Mesías, pero usar “Mesías” como un tecnicismo que sólo se refiere al heredero del Trono de David, cometen un error sorprendentemente simple, pero que evidencia su desconocimiento del judaísmo.

EL MESÍAS DE LA CASA DE DAVID

Según el judaísmo mesiánico, Yeshúa demostró ser el Mesías de la Casa de David al cumplir lo que estaba profetizado al respecto. En este caso, nuevamente se alinean por completo con la tradición cristiana, dejando de lado la tradición judía.

Las mencionadas profecías son identificadas como tales mediante procedimientos exegéticos cuestionables, y voy a mencionar cada una de las famosas treinta y tres profecías que se supone Yeshúa cumplió durante su martirio, así como la refutación de cada una. Dichas profecías están tomadas del librito Está escrito... y la Escritura se cumplió, publicado por la Sociedad para la distribución de Escrituras Hebreas.

1. Salmo 41.9 – Marcos 14.10

“Aún el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”.
“Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino a los principes de los sacerdotes, para entregárselo”.

Objeción: el texto aludido (Salmo 41.9) no es una profecía. En primer lugar, no está incluido en un texto de los Neviim, con lo cual se demuestra un desconocimiento del sentido de los Tehilim (Salmos). En segundo lugar, una lectura completa del Salmo en cuestión nos muestra que no hay una predicción de por medio.

Pretender que esta es una profecía es un burdo recurso retórico que desvirtúa el contenido original del texto, que se limita a expresar la queja de un hombre atribulado por la traición, pero que en ningún momento dice que eso sea algo que la vaya a suceder al Mesías.

2. Zacarías 13.7 – Marcos 14.50

“Levántate, oh espada, sobre el pastor, y sobre el hombre compañero mío, dice el Señor de los Ejércitos. Hiere al pastor, y se derramarán las ovejas: mas tornaré mi mano sobre los chiquitos”.
“Entonces dejándole todos sus discípulos, huyeron”.

Nuevamente nos enfrentamos a un problema retórico. El texto habla simbólicamente de un pastor herido, y de la consecuente huida de sus ovejas. Sin embargo, la pretensión de que esta profecía se haya cumplido en Yeshúa no pasa del nivel del discurso, porque no existe más evidencia de ello que en los evangelios del Nuevo Testamento, que son el principal medio propagandístico del mesianismo de Yeshúa. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que el redactor haya escrito a modo de cumplir lo que estaba profetizado, lo cual, evidentemente, conocía.

Pero, más allá de esa cuestión retórica, hay un par de detalles que NO SE CUMPLEN en Yeshúa. En primer lugar, Zacarías sólo habla de un pastor HERIDO, mientras que Yeshú no sólo fue herido, sino que murió. En segundo lugar, Marcos menciona la huida de los discípulos después del ARRESTO de Yeshúa (Mateo lo hace igual; Lucas y Juan mencionan el arresto, pero no el detalle de la huída), ANTES DE QUE RECIBIERA CUALQUIER HERIDA.

En todo caso, estamos ante una profecía que se está cumpliendo en el momento equivocado. O, más probablemente, un recurso retórico mal construido por un redactor que no conocía bien los textos de los Neviim (como se seguirá haciendo evidente en otros casos).

3. Zacarías 11.12 – Mateo 26.15

“Y le dije: si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron para mi salario treinta piezas de plata”.
“Y les dijo: ¿qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le señalaron treinta piezas de plata”.

Este es un caso verdaderamente escandaloso, si se trata de una profecía supuestamente cumplida por Yeshúa.

En primer lugar, la profecía no se limita al versículo 12, sino que se extiende al versículo 13: “Y me dijo el Señor: Échalo al tesoro. ¡Hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa del Señor al tesoro”.

Por su parte, Mateo 27.6-7 nos da una versión TOTALMENTE DIFERENTE de lo sucedido con esas treinta piezas de plata: “Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: no es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros”.

Nuevamente queda evidenciado el desconocimiento que el redactor del evangelio de Mateo tenía de los Neviim, al hablar sobre el cumplimiento de una profecía, pero darnos las evidencias de que NO SE ESTABA CUMPLIENDO. En Zacarías, las monedas son echadas en el Tesoro del Templo; en Mateo no.

Pero el ERROR MÁS GRAVE DEL EVANGELIO DE MATEO es que ni siquiera acierta al citar la profecía supuestamente cumplida:

“Así se cumplió lo dicho por el profeta JEREMÍAS, cuando dijo: y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel, y las dieron para el campo del alfarero como me ordenó el Señor”. Mateo 27.9

Esa profecía NO EXISTE en el libro de Jeremías, y ha sido una objeción que ningún cristiano ha podido contestar satisfactoriamente.

4. Zacarías 11.13 – Mateo 27.3-7

Desconozco las razones por las que en el librito Está escrito... y la Escritura se cumplió estos versículos están tratados por separado, cuando son parte del mismo texto profético y del mismo relato en el evangelio.

En consecuencia, los comentarios del punto anterior son los mismos que para este último.

5. Isaías 50.6 – Mateo 27.26, 30

“Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello; no escondí mi rostro de las injurias y esputos”.
“Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Yeshúa, le entregó para ser crucificado. Y escupiendo en él, tomaron la caña, y le herían en la cabeza”.

Isaías 50 no es un pasaje aislado, sino que pertenece a toda una sección bien definida del Libro de Isaías, y que abarca los capítulos 40 al 55. El personaje central en esta sección del libro es el llamado “Siervo del Señor” (Eved Adonai, literalmente, el esclavo del Señor).

Tradicionalmente, el cristianismo—y en consecuencia, el judaísmo mesiánico—ha visto en estos relatos sobre el Siervo un anuncio del ministerio sufriente del Mesías.

Este aspecto es básico para la doctrina cristiana, porque NO EXISTE OTRO PASAJE EN EL TANAJ QUE HABLE DEL MESÍAS COMO UN SIERVO SUFRIENTE.

Sin embargo, el sentido de los pasajes que hablan del Siervo del Señor está perfectamente claro en los mismos:

“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Yaacov, a quien yo escogí, descendencia de Avraham mi siervo”. Isaías 41.8
“Acuérdate de estas cosas, oh Yaacov, e Israel, porque mi siervo eres. Yo te formé, siervo mío eres tú; Israel, no me olvides”. Isaías 44.21
“Y me dijo: mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré”. Isaías 49.3

No queda ninguna duda: CUANDO ISAÍAS HABLA DEL SIERVO DEL SEÑOR, SE REFIERE A ISRAEL, no al Mesías. En ninguno de estos pasajes se menciona la palabra Mesías en relación al siervo, por lo que ES IMPOSIBLE SUPONER QUE EL SIERVO Y EL MESÍAS SEAN LA MISMA PERSONA.

La teología cristiana rechaza totalmente la idea de que el Siervo Sufriente del que habla el profeta Isaías sea el pueblo de Israel, pero LA PROPIA EVIDENCIA INTERNA DEL LIBRO lo confirma.

Y el texto que no deja dudas respecto a que el Siervo ES ISRAEL Y NO EL MESÍAS, es Isaías 42.19-20: “¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como mi escogido, y ciego como el siervo del Señor, que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?”

A ningún cristiano se le ocurriría pensar que aquí se habla de Jesús. A ningún judío mesiánico se le ocurriría que aquí habla de Yeshúa. Es obvio que habla de Israel, pero también es claro que habla del SIERVO. Por lo tanto, el Siervo ES ISRAEL.

Pretender que en este pasaje se refiere a Israel, pero en los demás se refiere al Mesías CARECE DE CUALQUIER BASE ESCRITURAL, e incluso de lógica.

Muchas de los conceptos básicos que “muestran” a Yeshúa como el Mesías anunciado, se basan en los relatos referentes al Siervo del Señor, especialmente los del Isaías 53.

Que quede entonces claro lo que nos muestra el texto de Isaías: EL SIERVO ES ISRAEL, NO EL MESÍAS.

Por lo tanto, todo pasaje de los evangelios que pretenda equiparar a Yeshúa con el Siervo del Señor, o bien muestra un desconocimiento del sentido real del texto de Isaías, o bien intenta manipular su discurso para hacernos creer que esta comparación entre Yeshúa y el Siervo es válida.

Sin embargo, dicha comparación se desploma ante la evidencia propia de Isaías.

6. Salmo 69.19 – Mateo 27.28

“Tú sabes mi afrenta, y mi confusión, y mi oprobio; delante de Ti están todos mis enemigos”.
“Y desnudándole, le echaron encima un manto de grana”.

Desconozco por qué el librito Está escrito... y la Escritura se cumplió relaciona estos dos pasajes. Estrictamente hablando, no hablan de lo mismo.

De cualquier modo, comete el mismo error señalado para el punto 1 al tomar como profecía un pasaje poético que no precisa de ningún tipo de “cumplimiento”. Menos uno que resulte una prueba para identificar al Mesías.

7. Salmo 35.11 – Marcos 14.56

“Se levantaron testigos falsos; me demandaron lo que yo no sabía”.
“Porque muchos decían falso testimonio contra él; mas sus testimonios no concertaban”.

De nuevo el mismo asunto: se le da carácter de profecía a un pasaje que, por sí mismo, no lo tiene. Pero además se cae en un dislate interesantísimo: si asumimos que el Salmo anuncia algo que le iba a acontecer al Mesías posteriormente, habría que admitir entonces que Yeshúa, al ser interrogado delante de las autoridades judías y romanas, NO SABÍA QUÉ DECIR.

Cosa con la que, naturalmente, no van a estar de acuerdo muchos cristianos o judíos mesiánicos.

Curiosamente, el evangelio dice que quiénes no sabían de que hablaban eran los falsos acusadores. En el Salmo, en cambio, quien no sabe qué decir es aquel contra quien se levantaron los falsos testimonios.

Nuevamente, un texto que no es profecía es tomado como tal. Y nuevamente, la supuesta profecía ni siquiera se cumple.

8. Zacarías 13.7 - Mateo 26.31

“Hiere al pastor, y se derramarán las ovejas”.
“Entonces Yeshúa les dijo: todos vosotros seréis escandalizados en mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas de la manada serán dispersadas”.

Me sorprende que el librito Está Escrito... y la Escritura se cumplió me ofrezca treinta y tres profecías cumplidas en Yeshúa, y la 2 y la 8 sean la misma, del mismo modo que la 3 y la 4.

Eso se llama fraude, y ni siquiera vale la pena refutar este punto, porque ya está hecho.

9. Salmo 22.18 – Juan 19.24

“Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”.
“Y dijeron entre ellos: no la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto”.

Bueno, hay que reconocer que en este pasaje el redactor del evangelio sí se preocupó por hacer un relato paralelo al del Salmo, a diferencia de otros anteriores.

Sin embargo, el asunto es el mismo: en ningún lugar del Salmo 22 se dice que todo lo que allí se dice vaya a ser cumplido en el futuro. Menos aún se menciona al Mesías.

Ese Salmo es uno de los más hermosos cantos de la desesperación. Un hombre atribulado expone delante de D-os su sufrimiento, y su fe sale fortalecida de ello, y desde el versículo 22 y hasta el 31, el canto de desesperación se transforma en canto de alabanza.

Si debemos considerar que este Salmo es profético, entonces los versículos 27 y 28 también lo son: “Se acordarán, y se volverán al Señor todos los confines de la tierra; y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti; porque del Señor es el reino, y Él regirá a las naciones”.

Sólo que esta parte no se ha cumplido. Recurrir al argumento de que todavía no se cumple es un recurso retórico bastante malo, que lo único que intenta es ocultar lo más evidente: este Salmo NO ES UNA PROFECÍA MESIÁNICA.

Atribuirle ese sentido es ir más allá de la propia evidencia del texto. Y si se va a hacer, entonces se tiene que hacer completo. Por lo tanto, pretender que unas partes ya se cumplieron y otras no es absurdo. Si este Salmo es una base para IDENTIFICAR AL MESÍAS, lo menos que se le puede pedir es CONTUNDENCIA.

Pero si unas partes están pendientes de cumplimiento, la CONTUNDENCIA BRILLA POR SU AUSENCIA.

10. Isaías 53.7 – Mateo 27.13-14

“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció, y no abrió su boca”.
“Pilato entonces le dice: ¿no oyes cuántas cosas testifican contra ti? Y no le respondió ni una palabra, de manera que el presidente se maravillaba mucho”.

Como ya se ha dicho, Isaías 53 es el pasaje básico para justificar el rol mesiánico de Yeshúa.

Pero, como ya se ha dicho también, este y todos los demás pasajes que hablan sobre el Siervo del Señor HABLAN DE ISRAEL, NO DEL MESÍAS.

Estamos ante una evidencia más de un error que se comete recurrentemente; atribuirle un carácter profético a un pasaje que no lo tiene, e incluso tergiversar el sentido original del pasaje para ajustarlo al relato sobre la vida y muerte de Yeshúa.

Insisto: o se trata de una profunda ignorancia de los Neviim, o de un descarado intento de manipular el texto bíblico.

En ambos casos, la pretensión cae ante la evidencia, porque Isaías mismo aclara que el Siervo es Israel.

11. Isaías 53.5-6, 10 – Lucas 23.33; Juan 19.6

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros. Con todo eso, el Señor quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad del Señor será en su mano prosperada”.
“Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda”.
“Así que entonces, lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Y tomaron a Yeshúa y le llevaron”.

Nada que comentar respecto a uno de los más bellos pasajes de los Neviim sobre la restauración de Israel.

12. Salmo 109.24 – Juan 19.17; Mateo 27.32

“Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno”.
“Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo gólgota”.
“Y saliendo, hallaron a un hombre de Cirene, que se llamaba Simón; a éste cargaron para que llevara la cruz”.

No hay nada que agregar respecto a que, en tanto Salmo, este pasaje tampoco es una profecía, y tratarlo como tal es un exceso.

Pero resulta sorprendente lo totalmente inconexo que son el tema del Salmos y los temas de los evangelios.

El salmista habla de una debilidad provocada por el ayuno, mientras que los evangelios hablan de la debilidad de Yeshúa a consecuencia de su martirio.

Nada que ver.

13. Salmo 69.3 – Juan 19.28

“Cansado estoy de llamar; mi garganta ha enronquecido”.
“Después de esto, sabiendo Yeshúa que todas las cosas eran ya cumplidas, para que la Escritura se cumpliese dijo: tengo sed”.

14. Salmo 69.21 – Mateo 27.34; Juan 19.29

“Y en mi sed me dieron a beber vinagre”.
“Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y probándolo, no quiso beberlo”.
“Y estaba allí un vaso lleno de vinagre; entonces ellos llenaron una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la boca”.

15. Salmo 22.17 – Mateo 27.36

“Ellos miran, me observan”.
“Y sentados, le guardaban allí”.

16. Salmo 22.16 – Mateo 27.35

“Horadaron mis manos y mis pies”.
“Y después le hubieron crucificado”.

Estos últimos cuatro casos vuelven al mismo asunto: tratar como una profecía textos que no lo son, demostrando la fragilidad del razonamiento y el nulo rigor exegético con el que los autores del Nuevo Testamento abordaron el Tanaj.

Precisamente, sorprende el número 15, donde un texto tan simple como “ellos miran, me observan”, es transformado en un anuncio de lo que le iba a suceder al Mesías mil años más tarde.

El exceso es evidente, así como la falta de seriedad.

17. Zacarías 12.10 – Lucas 23.35

“Y mirarán a Mí, a quien traspasaron”.
“Y el pueblo estaba mirando”.

Este es un caso notable a la hora de analizar el punto de vista cristiano – judío mesiánico, porque asocian con el Mesías una frase que se refiere a D-os mismo.

Sucede lo mismo que con los pasajes del Siervo mencionado por Isaías, en los cuales se le da una atribución mesiánica a textos que están claramente refiriéndose a alguien más. En el caso del Siervo, a Israel; en el caso de este versículo de Zacarías, a D-os mismo.

Para los cristianos es muy lógica esta asociación, porque están acostumbrados a la perspectiva de que Yeshúa es Divino, y por lo tanto un versículo que se refiere a D-os puede ser entendido como mesiánico.

No es necesario abundar en que para el judaísmo esta postura es injustificable. Es un razonamiento de origen completamente pagano, y demuestra que las doctrinas esenciales del cristianismo tienen su origen en la cultura greco-latina, no en el judaísmo.

Jamás en la Torah, en los Neviim o en los Ketuvim se enseña que el Mesías sea D-os mismo. Jamás sabio alguno del Talmud propuso semejante idea. Es un razonamiento completamente inaceptable para cualquier judío, y asociar este versículo de Zacarías con Yeshúa sólo muestra lo lejano e incompatible que resulta el pensamiento judío del pensamiento cristiano. Y además, la asociación directa entre el judaísmo mesiánico y el cristianismo.

18. Salmo 22.14 – Juan 19.34

“Heme escurrido como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, deslizándose en medio de mis entrañas”.
“Empero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua”.

19. Salmo 38.11 – Lucas 23.49

“Mis amigos y mis compañeros se quitaron de delante de mi plaga; y mis cercanos se pusieron lejos”.
“Mas todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas”.

20. Salmo 109.25 – Mateo 27.39-40

“Yo he sido para ellos objeto de oprobio; me miraban y meneaban su cabeza”
“Y los que pasaban, le decían injurias, meneando sus cabezas, y diciendo: tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijos de D-os, desciende de la cruz”.


21. Salmo 22.8 – Mateo 27.43

“Confió en el Señor, que lo libre; que lo salve, puesto que en él se complacía”.
“Confió en D-os; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: soy Hijo de D-os”.

Lo mismo que para 13, 14, 15 y 16.

22. Isaías 53.7 – Juan 1.29

“Como cordero fue llevado al matadero”.
“He aquí el cordero de D-os que quita el pecado del mundo”.

23. Isaías 53.12 – Lucas 23.24

“Habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.
“Y Yeshúa decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Lo mismo que para 5, 10 y 11.

24. Salmo 22.1 – Mateo 27.46

“D-os mío, D-os mío, ¿por qué me has desamparado?”
“Y cerca de la hora novena, Yeshúa exclamó con grande voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama sabajtani? Esto es: D-os mío, D-os mío, ¿por qué me has desamparado?”

He aquí un interesante caso de como se manipula el sentido de una frase para convertirlo en “profecía” cumplida.

Consideremos la posibilidad de que Yeshúa haya muerto crucificado. Si el relato que narra este episodio de su vida menciona que él recitó el primer versículo del Salmo 22, lo más probable es que se trate de una abreviación para dar a entender que en realidad recitó todo el Salmo.

Y es lógico: es un maravilloso texto que retrata el dolor de alguien que está siendo sometido a una dura prueba.

Pero entonces lo único que queda demostrado es que Yeshúa, en un momento de terrible angustia, hizo uso de un Salmo muy adecuado para ese trance.

Decir que esto implica que ese Salmo es una profecía, y que Yeshúa la cumplió, es una ARBITRARIA MANIPULACIÓN DEL SENTIDO DEL SALMO Y DEL RELATO DE LA CRUCIFIXIÓN, que demuestra o bien la nula capacidad del autor del evangelio para hacer una exégesis correcta del texto hebreo, o su voluntaria intención de manipular los sentidos del texto bíblico y de su relato.

Ver una profecía cumplida en este caso resulta, por lo mismo, IMPOSIBLE.

25. Isaías 52.14 – Juan 19.5

“Como se pasmaron de ti muchos, en tanta manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres”.
“Y salió Yeshúa fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana. Y les dijo Pilatos: he aquí al hombre”.

Lo mismo que para 5, 10, 11 y 23.

26. Salmo 22.31 – Juan 19.28-30

“Vendrán y anunciarán al pueblo que naciere, su justicia que él hizo”.
“Después de esto, sabiendo Yeshúa que todas las cosas eran ya cumplidas, para que la Escritura se cumpliese, dijo: Sed tengo. Y estaba allí un vaso lleno de vinagre; entonces ellos llenaron una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la boca. Y como Yeshúa tomó el vinagre, dijo: consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, dió el espíritu”.

Podría limitarme a decir que el caso del Salmo 22 ya está más que agotado, pero me sorprende la nula conexión entre lo que se cita como profecía y lo que se cita como cumplimiento. Si el Salmo en cuestión fuera una profecía, el versículo 31 podría tener una amplísima variedad de posibilidades de cumplimiento, por lo que pretender que los versículos citados del evangelio de Juan son ese cumplimiento, resulta forzado y nada convincente.

En realidad, casi cualquier cosa puede ser el cumplimiento de esa supuesta profecía.

Por ejemplo, la invención de la imprenta. Porque “esa justicia que él hizo” ha sido anunciada por escritos impresos desde hace cinco siglos.

Una profecía tan abierta para su cumplimiento (o dicho de otro modo: tan fácil de cumplir) no tiene mérito.

Menos aún, porque ni siquiera es una profecía.

27. Salmo 31.5 – Lucas 23.46

“En tu mano encomiendo mi espíritu”.
“Entonces Yeshúa, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.

Este texto de Lucas nos da una muestra de la estrategia usada por los autores del Nuevo Testamento para verificar el cumplimiento de lo que ellos consideraron “profecías”.

Es sorprendente que la cita sea textual en el “en tus manos encomiendo mi espíritu”. Eso demuestra que lo más probable no es que Yeshúa lo haya dicho (de hecho, ningún evangelio está de acuerdo con otro respecto a lo que Yeshúa dijo en la cruz), sino que el redactor del evangelio conocía el pasaje del Salmo, y para justificar una “profecía” cumplida, COPIÓ el texto en su relato sobre Yeshúa.

Eso explica dos cosas: en primer lugar, por qué son citados tantos Salmos como profecías, cuando ORIGINALMENTE NO TIENEN ESE SENTIDO. En segundo lugar, porque Yeshúa cumple profecías tan extravagantes como el que su ropa fuera rifada o todos le estuvieran mirando.

Es imposible hablar de profecías cumplidas en todos estos casos. A lo mucho, podemos hablar de una retórica mal aplicada, que convierte en profecías pasajes que no lo son, y luego copia las expresiones en el relato sobre la muerte de Yeshúa.

Y luego, en el exceso del abuso, viene a decirnos que con eso la Escritura se estaba cumpliendo.

28. Éxodo 12.46 – Juan 19.33, 36.

“En una casa se comerá, y no llevarás de aquella carne fuera de casa, ni quebraréis hueso suyo”
“Mas cuando vinieron a Yeshúa, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliese la Escritura: hueso no quebrantaréis de él”.

Este ejemplo es enorme al demostrar el desorden con el que el cristianismo asocia al Mesías con cualquier cosa del Tanaj.

¿Qué tiene que ver el sacrificio de la Pascua con el Mesías? Para la teología cristiana mucho, ya sabemos, pero para el judaísmo NO TIENE NADA QUE VER UNA COSA CON LA OTRA.

La teología cristiana enseña que Jesús, al presentarse a sí mismo como sacrificio pascual definitivo, logró con ello la redención de la humanidad, salvándola de sus pecados y de la condenación consecuente.

En realidad, es una confusa mezcla de los conceptos de Pesaj y de Yom Kippur. Jesús se presenta como sacrificio de Pesaj, pero para lograr lo que sucede en Yom Kippur.

Es evidente la arbitrariedad con la que los conceptos han sido revueltos en la teología cristiana. El judaísmo mesiánico, al apelar a que Yeshúa es el sacrificio pascual definitivo, demuestra que está íntimamente vinculado al cristianismo, no al judaísmo, y continúa con la insostenible visión de que el sacrificio de Pascua era también una profecía mesiánica (¡!).

Cuando todo se puede volver profecía mesiánica, es obvio que algo está siendo mal interpretado. Especialmente cuando las más claras profecías mesiánicas no se han cumplido (el advenimiento del Reino Mesiánico, por ejemplo), lo cual se justifica con el pretexto de que el Mesías primero cumplió todo aquello que estaba profetizado en aquellas profecías que, en sí mismas, NO SON PROFECÍAS, pero que así las citaron los autores del Nuevo Testamento (muchas veces con crasos y estrambóticos errores). Y que las profecías que sí son profecías y que, curiosamente, no se han cumplido, ya se cumplirán.

Lo frágil y absurdo del razonamiento salta a la vista de inmediato.

29. Isaías 53.12 – Lucas 23.33

“Por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos”.
“Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda”.

Nada que agregar.

30. Daniel 9.26 – Juan 11.49-52

“Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí”.
“Y Caifás, uno de ellos, sumo pontífice de aquel año, les dijo: vosotros no sabéis nada, ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo y no que toda la nación se pierda. Más esto no lo dijo de sí mismo, sino que, como era el Sumo Sacerdote de aquel año, profetizó que Yeshúa había de morir por la nación. Y no solamente por aquella nación, más también para que juntase en uno a los hijos de D-os que estaban derramados”.

Hay dos cosas que deben recalcarse de este pasaje del evangelio de Juan.

La primera es el concepto de “profecía” que se maneja: el mismo Sumo Sacerdote hace profecías sin darse cuenta. Luego entonces, es bastante claro que el Tanaj esté lleno de profecías que gente que no era profeta hizo sin darse cuenta. Claro, por lógica, si los mismos autores no se daban cuenta, los lectores menos.

Hasta que un iluminado llegó a decir: miren, todo esto son profecías.

La pregunta obligada es: ¿Cómo querían que Yeshúa fuera reconocido como Mesías si estaba cumpliendo primero las profecías que nadie sabía que eran profecías?

A mí más bien me suena a que los autores del Nuevo Testamento nunca entendieron lo que es una profecía, y por eso incluso Caifás—tan vilipendiado por los evangelios—es profeta.

La segunda es que el texto de Juan citado no explica, concretamente, en qué sentido se cumple la profecía de las sesenta y dos semanas.

Eso más bien se resuelve revisando fechas.

La tradición cristiana habla, para ser exactos, de la profecía de las sesenta y nueve (no sesenta y dos) semanas, basándose en Daniel 9.25-26, que dice (completo):

“Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí, y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones”.

Es un hecho aceptado que la redacción del texto en esa parte de las “siete semanas” y las “sesenta y dos semanas” no es nada claro, y más bien, la traducción correcta probablemente sea “hasta el Mesías Príncipe habrá siete semanas, y [durante] sesenta y dos semanas se volverá a edificar la plaza...”

Pero concedamos que ese siete y ese sesenta y dos se DEBEN sumar (demasiado arbitrario, pero hagámonos de la vista gorda). Está bien: tenemos sesenta y nueve semanas. ¿Por qué es tan importante que sean sesenta y nueve?

Porque sesenta y nueve semanas de años son un total de 483 años (69 períodos de 7 años cada uno). Claro, no hay nada que nos obligue a entender que se habla de semanas de años (allí sólo dice “semanas”). Pero aceptemos que se refiere a 483 años (aunque sea igualmente arbitrario). ¿Por qué tienen que ser 483 años? Porque si restamos a ese número algo así como 30, tenemos una fecha próxima al 453 AC, punto óptimo para calcular que 483 años después se le “quitaría la vida al Mesías”, lo cual queda perfectamente cumplido en Yeshúa.

Pero vamos a hacer cuentas precisas con fechas precisas.

Generalmente, no se revisa demasiado la posible exactitud (o inexactitud) de estas felices cuentas, toda vez que es imposible saber en qué año murió Yeshúa. En primer lugar, por el error del Calendario Gregoriano, que es de un mínimo de 4 años (se sabe porque Herodes el Grande, que según los evangelios quiso mandar a matar a Yeshúa, murió en el año 4 AC; luego entonces, Yeshúa tenía que haber nacido un poco antes). En segundo lugar, porque los mismos evangelios no se ponen de acuerdo en la duración del ministerio de Yeshúa. Según Marcos, Mateo y Lucas, fue de un año; según Juan, de tres. Lucas nos da la referencia de que Yeshúa empezó su ministerio a los treinta años (Lucas 3.23). Si nos atenemos a la información de Marcos, Mateo y Lucas, entonces murió a los 31. Si nos atenemos a Juan, murió a los 33.

Pero no es tan difícil calcular el año, si tomamos en cuenta que Herodes mandó a matar a todos los niños menores de dos años (Mateo 2.16), de lo cual se deduce que Yeshúa tendría como máximo esa edad. Esto ubica su nacimiento entre el año 6 y el 4 AC.

Entonces, las posibilidades para el año de su muerte son estas:

a) Si nació en el 6 AC y su ministerio duró un año, murió en el 25 DC.
b) Si nació en el 6 AC y su ministerio duró tres años, murió en el 27 DC.
c) Si nació en el 5 AC y su ministerio duró un año, murió en el 26 DC.
d) Si nació en el 5 AC y su ministerio duró tres años, murió en el 28 DC.
e) Si nació en el 4 AC y su ministerio duró un año, murió en el 27 DC.
f) Si nació en el 4 AC y su ministerio duró tres años, murió en el 29 DC.

Se puede agregar que los evangelios no dicen que Herodes muriera inmediatamente a su intento de matar a Yeshúa, pero la historia nos confirma que no es posible que pasara demasiado tiempo, porque Yeshúa fue ejecutado por Poncio Pilatos, que fue nombrado procurador de Judea en 26 DC. De hecho, este dato hace imposible la posibilidad a) del párrafo anterior.

¿Cuándo salió la orden para reedificar Jerusalem? Nehemías 2.1-8 nos dice que en el año veinte del rey Artajerjes, mismo que está perfectamente identificado como el 445 AC.

Si a partir de ese año contamos 483 años hacia adelante, llegamos al 38 DC.

Curiosamente, NINGUNO DE LOS POSIBLES años para la muerte de Yeshúa.

De hecho, ni siquiera cabe la posibilidad de decir que Yeshúa murió “durante” la semana 69, porque en realidad lo hizo durante la 68.

Y hay que recordar que para poder llegar a estas fechas, tuvimos que cometer varias arbitrariedades: la primera, sumar las siete semanas a las sesenta y dos; la segunda, concluir que son semanas de años; la tercera, dar por sentado que todos los relatos sobre la matanza de los niños por parte de Herodes SON HISTÓRICOS, pese a que no hay ninguna evidencia histórica de una acto así por parte de Herodes el Grande (uno de los reyes de Judea mejor estudiados y documentados); la cuarta, dar por sentado, del mismo modo, que los relatos de los evangelios también son hechos históricos irrefutables.

Aún aceptando esas arbitrariedades, LAS CUENTAS NO CUADRAN.

Lo cual significa que Yeshúa NO CUMPLIÓ ESA PROFECÍA.

La única posibilidad de poder forzar un poco las cuentas sería suponer que cuando Lucas dijo “era como de treinta años”, le estaba quitando algunos. Bien podía ser un poco mayor. Si tomamos como caso f), donde Yeshúa nace en el 4 AC y su ministerio dura tres años, pudo haber muerto en el 38 DC a los 42 años de edad, habiendo empezado su ministerio a los 39.

Claro, eso supone un error de cálculo bastante grave para Lucas, capaz de confundir los 39 con los 30 (hubiera sido más lógico que dijera que andaba por los 40).

Pero hay un detalle que anula esta posibilidad: Poncio Pilatos fue procurador de Judea durante diez años, lo que significa que fue retirado del cargo en 36 DC. Por lo tanto, no pudo haber juzgado a Yeshúa en 38 DC.

Así que no hay mucho que discutir. Esta profecía no está cumplida. Si nos pusiéramos en un plan estricto, incluso bastaría como prueba para afirmar categóricamente que YESHÚA NO ES EL MESÍAS (por cierto, Daniel 9 ni siquiera específica de qué Mesías habla: el Rey o el Sumo Sacerdote; el término “príncipe” puede ser aplicado a ambos).

31. Génesis 3.15 – Juan 19.18; 12.31-33; Romanos 16.20

“Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.
“Donde le crucificaron, y con él otros dos, uno a cada lado y Yeshúa en medio”.
“Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo. Y esto decía dando a entender de qué muerte había de morir”.
“Y el D-os de paz quebrantará presto a Satanás debajo de vuestros pies”.

Un ejemplo más de cómo todo puede ser susceptible de transformarse en profecía mesiánica, aunque nadie—ni siquiera el autor—se lo hubiera imaginado.

De ese modo, un anuncio que D-os le hace a Java respecto a su descendencia (toda la humanidad, hasta donde tengo entendido), de repente es exclusivo para el Mesías.

Arbitrario. Claro, a estas alturas ya no resulta extraño.

32. Isaías 53.9 – Mateo 27.57-60

“Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; porque nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su boca”.
“Y como fue la tarde del día, vino un hombre rico de Arimatea, llamado Yosef, el cual también había sido discípulo de Yeshúa. Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Yeshúa; entonces Pilato mandó que le diesen el cuerpo. Y tomando Yosef el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y puso una piedra a la puerta del sepulcro”.

Nada que agregar.

33. Amós 8.9 – Mateo 27.45

“Y acontecerá en aquel día, dice el Señor Adonai, que haré que se ponga el sol al medio día, y la tierra cubriré de tinieblas en el día claro”.
“Y desde la hora sexta fueron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”.

Lo primero que hay que resaltar es el total desconocimiento que el autor del evangelio tenía sobre el lenguaje apocalíptico, porque es un lenguaje SIMBÓLICO, y aquí le está dando una interpretación literal a algo completamente metafórico.

Pero hay un error peor aún: por no tener en cuenta TODO el pasaje, se atribuye a Yeshúa el cumplimiento de una parte y de otra no.

El pasaje habla de un juicio contra los opresores de Israel (Amós 8.4-8). Luego viene esa sentencia de que el sol (simbólicamente hablando) se oscurecerá (Amós 8.9), y el gozo se convertirá en tristeza (Amós 8.9-10).

La parte interesante viene en el versículo 11: “He aquí vienen días, dice el Señor Adonai, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra del Señor. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando Palabra del Señor, y no la hallarán”.

Curiosamente, según el Nuevo Testamento, después de la muerte y resurrección de Yeshúa, lo que vino fueron días de PREDICACIÓN DE LA PALABRA DE D-OS (todo el libro de Hechos de los Apóstoles trata de eso), cuando la profecía incluye que habrá hambre de la Palabra del Señor, Y NO SERÁ HALLADA.

¿Por qué la constante es que se cumple sólo una parte de la profecía, pero no toda?

A mi entender, porque los autores de los textos que hablan del supuesto cumplimiento, tenían un conocimiento, y más aún, un entendimiento, muy limitado de los textos del Tanaj. Y lo poco que conocían, lo quisieron ajustar a sus creencias sobre Yeshúa.

Por eso, de las 33 supuestas profecías que se cumplieron durante el martirio de Yeshúa—y que son presentadas como la prueba de su Mesianismo—, resulta que 16 están basadas en Salmos (especialmente el 22), convirtiendo en profecía lo que a todas luces NO LO ES, y exhibiendo la artimaña en la redacción del evangelio: el Salmo usa cualquier tipo de frase (“repartieron mis vestidos”, “me observan”, “¿por qué me has abandonado?”), y el evangelista la copia.

Otras 8 (con lo que van 24 de 32) están basadas en los pasajes de Isaías que hablan sobre el Siervo del Señor, sin tomar en cuenta que el mismo texto de Isaías es MUY CLARO en cuanto a la identidad de este Siervo: Israel, NO EL MESÍAS. Sin embargo, arbitrariamente se saltan esta evidencia DADA POR EL PROPIO ISAÍAS, y se insiste en que estos pasajes justifican el ministerio sufriente del Mesías, pese a que en ningún lugar de todo Isaías 40 – 55 se diga que el Siervo es el Mesías.

Otras dos profecías (van 26 de 32) están relacionadas con el asunto de las treinta monedas. Aquí el error es mayúsculo, citándose una profecía de Jeremías que no existe, y contando como todo sucede AL REVÉS de como está profetizado por Zacarías (que nunca es mencionado por los evangelistas).

Al igual que el caso de la profecía tomada de Amós y la de Daniel (van 28 de 32), lo que queda claro es un total desconocimiento del texto bíblico. Profecías que sólo se cumplen a medias (Amós) o que definitivamente no cuadran los datos (Daniel) son presentadas como pruebas del mesianismo de Yeshúa. El problema es que para aceptar dichas pruebas, debe aceptarse un patrón de razonamiento tan forzado, que deja de ser razonamiento para convertirse en un acto de fe: el texto no lo dice, pero de todos modos se da por sentado.

El resto de las famosas 33 profecías nos dan un claro ejemplo de cómo cualquier cosa puede ser convertida en profecía mesiánica. Los ejemplos de Génesis y Éxodo son inmejorables. Si el tema del texto bíblico es Java y su descendencia, SE CONVIERTE MILAGROSAMENTE EN PROFECÍA MESIÁNICA. Si son instrucciones sobre qué hacer con el animal que se sacrifica en Pesaj, SE CONVIERTE MILAGROSAMENTE EN PROFECÍA MESIÁNICA.

Arbitrariedades e inexactitudes. Esas son las palabras que resumen la forma en la que se nos cuenta en el Nuevo Testamento cómo fue que Yeshúa cumplió las profecías mesiánicas, y con lo cual demostró ser el Mesías esperado por Israel.

NO SIEMPRE HEMOS ESTADO ESPERANDO AL MESÍAS

Parece difícil de creer, pero es la verdad.

Ya hemos mencionado que Mesías significa Ungido. Ya hemos mencionado también que hubo dos linajes mesiánicos: el de la realeza y el del sacerdocio.

Lo que hay que agregar ahora es que dichos linajes no eran un misterio en tiempos de Yeshúa.

De hecho, el linaje sacerdotal SIGUE SIN SER UN MISTERIO, y aunque parezca extraño, se ha comprobado que las genealogías tradicionales que, dentro de la religión judía, nos ayudan a saber quiénes son los Cohenim (sacerdotes), resultan sorprendentemente exactas.

Hay factores genéticos que se heredan por la vía paterna directa. El análisis de los mismos en un grupo de gentes supuestamente Cohenim dio como resultado que, por lo menos, un 75% de los mismos son DESCENDIENTES DE UNA SOLA PERSONA. El Sumo Sacerdote Aarón, según la tradición.

Sin pretender que el dato tradicional sea cierto (no es el tema de este texto), una cosa sí es bastante clara: los judíos sabemos guardar genealogías.

Según los relatos de Ezra y Nejemiah, cuando se regresó del exilio de Babilonia se trajeron los registros genealógicos necesarios para reactivar el judaísmo como religión. Esto incluía las genealogías sacerdotales, pero también las de la casa real (la Casa de David), respecto a la cual nunca hubo dudas de que su heredero legar era Zerubabel. No era difícil: apenas había pasado poco más de medio siglo desde que el último descendiente de David—Jeconías—fuera depuesto por Nabucodonosor. Y Zerubabel era su nieto, así que hacia el siglo VI AC, estaba bien claro a quiénes correspondía la unción real y sacerdotal.

Digámoslo de otro modo: NO SE ESTABA ESPERANDO A NINGÚN UNGICO (MESÍAS), PORQUE SE SABÍA PERFECTAMENTE A QUIÉN CORRESPONDÍA CADA UNCIÓN.

¿Hasta cuando continuó esta situación? Hasta que Judea fue destruida por segunda vez, lo cual sucedió en el año 70 DC.

Entonces fue cuando el Sumo Sacerdocio dejó de ejercer su ministerio, toda vez que el Templo había sido destruido. Del mismo modo, allí fue donde desapareció de la historia la Secta Esenia, que muy seguramente fue el refugio de los descendientes directos de Zerubabel.

¿Por qué podemos afirmar esto? Porque los textos esenios hablan con mucha familiaridad del Mesías de David, lo mismo que el Mesías de Aarón.

Por ejemplo, sus reglas establecen que ceremonias importantes debían ser presididas por ambos Mesías. Luego entonces, SABÍAN QUIÉNES ERAN LOS HEREDEROS LEGÍTIMOS DE CADA RANGO MESIÁNICO.

NO ESTABAN ESPERANDO AL MESÍAS. SABÍAN QUIÉN ERA.

Y fue hasta el año 70, con la destrucción del Templo y de Jerusalem, que eso cambió.

Mucho se ha rumorado sobre la posible conservación del linaje davídico en secreto. Da igual: la mayoría de los judíos no sabemos qué fue de ese linaje, y POR ESO ESTAMOS ESPERANDO LA RESTAURACIÓN DEL MISMO—AL IGUAL QUE DEL LINAJE DEL SUMO SACERDOCIO—, LO QUE SIGNIFICA QUE ESTAMOS ESPERANDO AL MESÍAS.

Pero entre los años 26 y 29 DC, cuando Yeshúa debió haber desarrollado su ministerio, NO ESTÁBAMOS ESPERANDO A NINGÚN MESÍAS.

Estábamos esperando LA REDENCIÓN, pero ese es un tema aparte.

Claro, dicha redención tenía que ser liderada por el Mesías de David, sin duda. Pero era una redención perfectamente definida: la liberación de Judea del yugo romano.

Todos los asuntos mesiánicos estaban, por lo tanto, vinculados a eso.

El mismo Yeshúa, si acaso estuvo vinculado a los asuntos mesiánicos, lo estuvo. Por eso murió como morían los enemigos del imperio: en la cruz.

La muerte de los patriotas, no la de los líderes espirituales.

POR QUÉ NO SOY JUDÍO MESIÁNICO

En primer lugar, después de todo lo expuesto, me parece claro y definitivo que Yeshúa no puede ser considerado el Mesías que esperamos los judíos.

El primer rasgo de la llegada del Mesías es la llegada del Reino Mesiánico (suena tan lógico, pero sorprendentemente, muchos pasan por alto este detalle), mismo que no ha llegado.

La pretensión de que no ha llegado porque el Mesías primero vino a cumplir con su ministerio sufriente (no el reinante), carece de fundamento escritural. El único pasaje que puede servir de apoyo para esta doctrina es Isaías 53, pero está claro que dicho pasaje—junto con los demás que hablan del Siervo del Señor—no se refiere al Mesías, sino al Pueblo de Israel.

Para poder aceptar que el Mesías primero tenía que desarrollar un ministerio sufriente, hay que aceptar que la arbitraria y cuestionable exégesis cristiana sobre el Tanaj es correcta, lo cual no me parece difícil, sino imposible.

Por esa misma razón, me parece claro que el llamado judaísmo mesiánico se comporta como cristianismo, no como judaísmo.

Si se comporta como cristianismo, piensa como cristianismo y argumenta como cristianismo, ES CRISTIANISMO, no judaísmo.

Por eso, la pretensión de que ser mesiánico es otra forma de ser judío (de hecho, ellos insisten en que es la VERDADERA forma de ser judío), carece de sustento y lógica.

Hay dos creencias en donde esta diferencia radical entre judíos y judíos mesiánicos se hace evidente:

1. Originalmente, los judíos mesiánicos, al igual que el cristianismo histórico, reconocen que Yeshúa es D-os encarnado (ultimamente, la moda del judaísmo mesiánico impactó a versiones del cristianismo que niegan esa divinidad, pero eso es un fenómeno demasiado reciente).
2. Los judíos mesiánicos, al igual que el cristianismo histórico, aceptan que la muerte de Yeshúa tiene un valor expiatorio delante de D-os, y su sangre derramada es el instrumento de D-os para perdonar nuestros pecados.

La divinidad de un ser humano y la expiación por medio de un sacrificio humano, son conceptos que ningún judío puede aceptar.

El cristianismo los acepta porque, de hecho, son parte inherente de su ideología. Al aceptarlos, el judaísmo mesiánico se define, le guste o no, como un MOVIMIENTO CRISTIANO, y no como una rama del judaísmo.

Lo de menos es que se pongan talit y kipah, o que sus pastores ahora se llamen rabinos, y que aunque no sean ni siquiera de origen judío se pongan nombres hebreos para tratar de impresionar a la gente. No dejan de ser cristianos, pensar como cristianos, y actuar como cristianos.

Y yo soy judío. Como tal, anhelo la llegada del Rey Mesías, la reconstrucción del Bet Hamikdash, y la restauración del Sumo Sacerdocio.

Y por eso no soy judío mesiánico.

Irving Gatell.