jueves, 15 de noviembre de 2007

La Caída del Hombre II

La institucionalización de una religión es un proceso complejo, y se ha dado en todas las civilizaciones en la historia, al punto de que junto con la capacidad de razonar simbólicamente y la posibilidad de crear cultura (heredar el conocimiento generación tras generación a la par de acumularlo), la religión es uno de los factores que distinguen al ser humano del resto de las especies animales.

Cuando las religiones han logrado su consolidación dentro de la sociedad, han tenido que establecer tres elementos indispensables para su funcionamiento:

1. Un Relato Sagrado, que en el caso de las culturas más avanzadas, se pone por escrito, dando lugar a un Texto Sagrado. Si no, de cualquier modo el Relato Sagrado se conserva por transmisión oral.
2. Un Ritual (o rituales), mediante los cuales la sociedad interacciona con los elementos subjetivos, mágicos y/o trascendentales de la religión.
3. Una casta sacerdotal, o por lo menos, un grupo especializado y reconocido como capacitado para la conducción del ritual, lo mismo que para la conservación, interpretación y enseñanza de los Textos Sagrados.

El Texto Sagrado suele empezar con un relato fundamental para la religión misma: el relato de la Creación. Es en este relato donde se explica la naturaleza del Universo, así como sus componentes y la forma en la que éstos se relacionan entre sí.

Una religión de gran importancia histórica que no ha escrito su propio relato de la Creación es el cristianismo, pues se apegó al relato hebreo. El único pasaje neotestamentario que podría jugar ese rol (aunque de manera limitada) es el capítulo primero del evangelio de Juan. Sin embargo, no hay un listado completo de los elementos de la Creación, por lo cual no funciona como sustituto del relato de Bereshit-Génesis 1-4.

Es lógico que esta es una de las razones por la cual el cristianismo es una religión incapaz de conservar su unidad. El proyecto de unificación más completo lo ha desarrollado el Catolicismo Romano, que desde su conformación en el seno del Imperio Romano ha intentado imponer la autoridad del Obispo de Roma sobre toda la cristiandad. Sobra decir que dicho proyecto siempre ha fracasado, y la disidencia interna ha existido siempre, habiéndose hecho oficial en el siglo XI con el cisma definitivo de las Iglesias Ortodoxas de Oriente, e incontrolable desde el siglo XVI, tras el cisma protestante.

E insisto en que es lógico: es una religión que no construyó su propio relato de la Creación. Por lo tanto, no tiene una idea propia de la naturaleza del Universo, de sus componentes, y de la forma en la que éstos se relacionan. Siendo su relato de la Creación un relato "prestado" (por no decir plagiado), es imposible imponer una reinterpretación oficial, porque una reinterpretación no puede ser más válida que otra. En consecuencia, cada tendencia cristiana tiene su propia visión del Universo, su propia idea de cómo funciona, y la inevitable incapacidad de convencer a las demás tendencias de que esa es la visión correcta.

Por lógica, el caso del judaísmo es diferente. No se puede negar que el judaísmo haya tenido sus propios cismas, pero desde ninguna perspectiva se pueden comparar a los del cristianismo, ni en cantidad ni en magnitud, pese a que el judaísmo duplica la edad del cristianismo (4,000 contra 2,000 años).

De hecho, si en la actualidad hay ortodoxos sefaradíes, shamis, ashkenazíes, jasídicos (con sus cuatro escuelas clásicas), conservadores, conservadoxos, reformistas, reconstruccionistas, caraítas, ebionitas y samaritanos, las diferencias básicas tienen que ver con el modo práctico de interpretar y aplicar la Torah, pero no con las creencias básicas del judaísmo. Y es lógico: hay un relato de la Creación que nos explica la naturaleza del Universo. Es un relato surgido dentro de la idiosincracia cultural del pueblo hebreo, y por lo tanto, sigue siendo el pueblo hebreo el más calificado para sentir el vínculo con ese relato.

El cristianismo tiene que apelar a la obra del Espíritu Santo para insistir en que su interpretación de dicho relato (y otros más) es la buena. Sin embargo, tanto dislate histórico parece sugerir que el Espíritu Santo no es muy bueno inspirando interpretaciones. O más bien, que no tiene nada que ver allí.

Además, quiero recalcar que todas las tendencias judías mencionadas no se comparan al inacabable abanico de tendencias cristianas que ha habido en los últimos 17 siglos. Puedo empezar nombrando a nicenos, arrianos, docetistas, marcionitas, monofisitas, gnósticos, coptos, montanistas, cátaros, albigenses, wycliffianos, hussitas, luteranos, luteranos-moravos, calvinistas ginebrinos, reformados holandeses, reformados escoceses, presbiterianos estadounidenses, puritanos, anglicanos, metodistas, nazarenos, discípulos de Cristo, congregacionalistas, bautistas, bautistas fundamentalistas independientes, menonitas, amish, cuáqueros, ejército de Salvación, pentecostales, asambleas de D-os, testigos de J., mormones, ortodoxos griegos, ortodoxos rusos, ortodoxos sirios, maronitas, zwinglianos y católicos romanos (con sus propias diferencias irreconciliables internas, tales como Opus Dei, franciscanos, jesuitas, teólogos de la liberación y demás). Y eso que no intenté hacer un listado de las sectas raras que surgen como ronchas en la piel de un intoxicado por pescado.

Digo, es claro que al judaísmo le ha ido mil veces mejor en la historia (debo aclarar que no incluí a los judíos mesiánicos en mi lista de tendencias judías por la simple razón de que no veo desde qué punto de vista puedan ser considerados judíos; son tan cristianos como cualquier metodista; si apelan a que son el judaísmo que cree en Jesús, diré que en todo caso, ese judaísmo fue el ebionita, que no se parece NADA al judaísmo mesiánico).

Supongo que ahora quedará claro por qué el punto de vista que voy a exponer sobre la Caída del Hombre no se va a parecer nada al que suele conocerse en Occidente.

La diferencia substancial entre el punto de vista judío y el cristiano se refiere al pecado original, concepto que en el judaísmo no existe, mientras que para el cristianismo es fundamental (sin pecado original no hay HERENCIA de la condición pecaminosa, sin la cual no hay CONDENACIÓN intrínseca para la especie humana, sin la cual no hay necesidad de REDENCIÓN, sin la cual no hay necesidad de que Jesús de Nazareth venga a salvarnos).

Así pues, leyendo como judío el Relato de la Creación de la Biblia Judía, y rechazando el concepto del pecado original, procederé a compartir lo que encuentro en este relato que nos habla del Universo, y de cómo el ser humano, en tanto individuo, cultura y sociedad, se interrelaciona con él.

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