domingo, 18 de noviembre de 2007

La Caída del Hombre III

Bereshit-Génesis 1.1-2.3 nos ofrece el relato de la Creación de la sociedad humana. Nos ofrece, además, el vínculo que el conocimiento y la religión tienen con el ser humano en tanto colectividad.

Uno de los elementos más notables del relato es el sentido de organización que propone, dividiendo el proceso Creador de D-os en seis días.

En el primero, son separadas la luz y las tinieblas (1.1-5), como primer paso para empezar a ordenar el caos primigenio.

En el segundo día, son separadas las aguas que están debajo de la tierra de las que están arriba, y el espacio intermedio es llamado "cielo", más o menos en el sentido que hoy diríamos atmósfera (1.6-8).

En el tercer día, las aguas inferiores son agrupadas para que pueda aparecer la tierra firme, y entonces D-os crea el reino vegetal (1.9-13).

En el cuarto día, son creadas las grandes lumbreras celestiales para que se pueda llevar el registro del tiempo (1.14-19).

En el día quinto, son creadodas la vida marina y las aves, y es la primera vez que D-os le da una orden específica a alguien: fructificar y multiplicarse para llenar los mares y los cielos (1.20-23).

En el sexto día, son creados los animales terrestres y el ser humano (1.24-31). Además, por primera vez se menciona que una de las creaturas está hecha a Imagen y Semejanza de D-os (v. 26). Además, se especifica que este ser (Ha Adam, el hombre) está compuesto por una dualidad: Varón y Hembra.

Y ese es el fundamento de la sociedad. De hecho, en este pasaje ADAM no está siendo utiizado como nombre personal (lo cual sí sucede a partir de 2.15), sino como sustantivo genérico, y ADAM es una unidad integrada por varon y hembra. De hecho, ni siquiera hay algún elemento que nos obligue a pensar que en este relato sólo fue creada una pareja. El sentido del texto bien puede incluir la posibilidad de que hayan sido creadas varias parejas, si bien con una basta para que estemos hablando de una sociedad.

Dado que ADAM es una dualidad, tiene que aprender a relacionarse consigo mismo, pero también puede relacionarse con D-os en un nivel que el resto de la Creación no, y por eso recibe una serie de isntrucciones mucho más detalladas (v. 28-31).

Satisfecho por su Creación, D-os santifica el séptimo día y reposa (2.1-3).

Hay dos elementos notables en todo este relato que, por lo mismo, quedan vinculados al sentido existencial de la sociedad humana.

El primero es la organización del conocimiento, y el segundo es la esencia de la religión.

Ambos tienen un objetivo identificable gracias a los versículos 1.1 y 2, y es superar el caos primigenio para que la vida pueda ser posible.

Dicho de modo específico, el conocimiento y la espiritualidad son las herramientas que D-os ha ofrecido a las sociedades humanas para que puedan cumplir su objetivo de fructificar, llenando la tierra y sojuzgándola.

Claro, dicho objetivo implica muchos riesgos, como el deterioro ambiental como consecuencia de haber "sojuzgado" al resto de la Creación. Sin embargo, precisamente la dualidad conocimiento - espiritualidad es ofrecida para evitar esos excesos.

¿De qué manera?

Vamos por orden: el conocimiento (cultura, ciencia, filosofía, arte) es algo cuya naturaleza es social. No debe desarrollarse para fines individuales, ni debe ser patrimonio exclusivo de una minoría privilegiada. Debe estar al servicio de todos, porque de lo contrario se pierde el primer punto de equilibrio, y el caos primordial no puede ser superado.

Dicho conocimiento nos reta a conocer la naturaleza del universo: hay, como inicio, una dimensión abstracta más allá de lo material (día primero); luego está un universo que trasciende las fronteras propias del planeta (día segundo); luego está el contorno geográfico del planeta (día tercero); luego, una dimensión especial que debemos aprender a contar, y que es el tiempo (día cuarto); y uego estamos los seres que nos desenvolvemos en esos cuatro niveles (días quinto y sexto).

El fundamento para que la ciencia no pierda su sentido, es admitir que el conocimiento es inagotable, que la investigación es inacabable. El ser humano puede empezar por conocerse a sí mismo, luego a los demás seres vivos, luego los misterios del tiempo calendarizado, y luego las características del planeta en el que vive. Pero más allá de eso, hay un universo imposible de abarcar por limitacion física, y más allá del mismo, una dimensión abstracta imposible de abarcar por limitación espiritual.

En la medida que el conocimiento respete sus posibilidades y sus límites, puede conservar su escencia democrática y no convertirse en un elemento para el ejercicio indiscriminado del poder.

Precisamente, para garantizar que el ser humano como sociedad pueda mantener este equilibrio, el relato nos enseña que hay un punto donde esta actividad se debe detener: el Shabat.

La labor industriosa del hombre no debe ser permanente, y es necesario hacer una pausa semanal para poder reflexionar en lo que ha estado haciendo.

D-os mismo pone el ejemplo: conforme va creando cada elemento del universo, se da el lujo de disfrutar que lo que está haciendo es bueno (1.10, 12, 18, 21 y 25), pero sólo hasta que ha detenido su labor Creadora, y se dispone a guardar el reposo del séptimo día, hace una reflexión global, completa, más allá de las evaluaciones parciales que iba haciendo día con día, y entonces la expresión cambia radicalmente: "Y vio D-os todo lo que había hecho, y he aquí que era BUENO EN GRAN MANERA" (1.31).

La única manera en la que el ser humano puede controlar su propio proceso creativo, es haciendo pausas regulares para juzgar sus propias acciones. El judaísmo, como religión, propone su visión de una semana de siete días, en la cual el séptimo es el separado (santificado) para esta labor fundamental.

Entonces ese es el sentido de la religión: permitir que el ser humano, en tanto sociedad, sea capaz de juzgar sus propias acciones, y corroborar que lo que está haciendo lo está ayudando a superar el caos primigenio.

La religión no es para garantizarle al individuo una relación personal con D-os. Eso, como lo veremos en el siguiente relato, es privilegio y obligación del individuo, no de la sociedad, y por lo tanto, no de la religión. Como tampoco de la ciencia.

Siguiendo está lógica, el judaísmo llevó hasta sus últimas consecuencias la explicación del sentido que tiene el Shabat como posibilidad de garantizar el equilibrio del ser humano como especie. Las leyes más radicales ofrecidas por la Torah respecto al Shabat se encuentran en el capítulo 25 de Vayikra-Levítico, donde se establece que también la tierra y la sociedad deben guardar un Shabat.

La tierra lo guarda descansando cada séptimo año (Lev 25.1-4), y la sociedad lo guarda en el Año del Jubileo, cada 49 años (Lev 25.8-12).

El Shabat para la tierra obliga a dejar descansar las actividades industriosas y productivas, para evitar que nuestro privilegio de "sojuzgar" la tierra derive en la destrucción y agotamiento de la misma.

Por su parte, la sociedad debe reorganizarse de una manera radical cada que se presenta el Año del Jubileo, especialmente en cuanto a la posesión de las propiedades.

Según la Torah, en este año cada persona debía recuperar lo que hubiera perdido, lo cual significa que también debía devolver lo que hubiera ganado de más (Lev 25.13-17). De esta manera, se garantiza la posibilidad de que la sociedad no se polarice, además de que el valor abstracto de las cosas no se incremente injustificadamente.

El procedimiento en relación a la tenencia de la tierra, por ejemplo, implicaba que conforme se iba acercando el Año del Jubileo, la tierra fuera disminuyendo su precio. ¿Por qué? Porque en el Año del Jubileo, el comprador tenía que devolver la propiedad al vendedor.

Del mismo modo, el esclavismo queda diluido casi por completo (propuesta notable si tomamos en cuenta que se hizo siglos antes de la era cristiana), porque en el Año del Jubileo, todos los esclavos tenían que recuperar su libertad. Por lo mismo, el precio del esclavo iba disminuyendo conforme se acercaba el Año del Jubileo.

Esa es la dimensión de la ciencia y la religión.

En primer lugar, están al servicio de la sociedad humana. En segundo, la ciencia y el conocimiento no deben ser actividades indiscriminadas y sin límites. La religión está allí para poner una pausa a la fuerza transformadora del hombre, y permitirle juzgar si va por el camino correcto. Por ello, la naturaleza de la religión debe ser ética y no dogmática.

Dicha necesidad de una pausa sagrada para permitir que la Creación recupere su equilibrio llega a su máxima pretensión en el Año del Jubileo, que ofrece la posibilidad de que todo ser humano pueda disfrutar acaso dos veces en su vida, el ver restituido su patrimonio, en caso de que lo hubiera perdido.

En el caso contrario, cualquier ciudadano consciente de que al llegar el Año del Jubileo habría de restituir sus ganancias excesivas a sus dueños originales, entendería que la voracidad por el enriquicimiento no tendría sentido, si de todos modos todo se tiene que volver a redistribuir.

Un remedio contra el capitalismo rapaz, sin necesidad de aplicar un socialismo o comunismo dogmático, ni un control estatal sobre la economía, y menos aún la desaparición de la propiedad privada.

Simplemente, una sociedad justa. Para eso es el Shabat. Para que el conocimiento y la ciencia puedan ser usados eficazmente en ayudar al ser humano a superar el caos primigenio.

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