martes, 25 de diciembre de 2007

Los Judíos Conversos en México II

Las actuales comunidades judías de México fueron conformadas, en su momento, por inmigrantes que comenzaron a llegar al país de manera esporádica durante las últimas dos décadas del siglo XIX y las dos primeras del siglo XX, y en mayor número durante los años 20's, 30's y 40's.

Se integraron cuatro grupos bien definidos: la Comunidad Ashkenazí (que integraba judíos provenientes de Polonia, Alemania y Rusia, principalmente), la Comunidad Sefaradí (judíos de Turquía, Grecia y otros países balcánicos), la Comunidad Monte Sinaí (judíos sirios de Damasco), y la Comunidad Magen David (judíos sirios de Alepo). Hasta la fecha, dicha organización es bastante evidente.

Con el paso de los años pudieron ir estableciendo las instituciones propias para sobrevivir, tales como una logia de B'nei B'rith, pero también oficinas del Keren Kayemet Leisrael, el Keren Hayesod, un Centro Deportivo, y varios cementerios (por sólo citar algunas). El ambiente tolerante que México les ha ofrecido ha permitido que el desarrollo de la comunidad sea ininterrumpido, y se calcula que actualmente hay entre 40 y 60 mil judíos en el país.

Hacia mediados del siglo XX, surgió una extraña controversia en el seno de la comunidad, al darse la aparición pública de algo que no se esperaban encontrar en la población mexicana promedio: judíos. Específicamente, criptojudíos.

Las dos comunidades que más llamaron la atención en este caso fueron las de Vallejo (al norte de la Ciudad de México), dirigida por Benjamín Laureano Ramírez, y eventualmente por su hijo Benjamín Laureano Luna, y la de Venta Prieta (actualmente integrada a la ciudad de Pachuca, Hidalgo), dirigida por la familia Téllez.

Hubo reacciones muy diferenciadas en todas partes, especialmente porque mucha gente de las comunidades judías formalmente establecidas negaron la identidad judía desde el punto de vista de la Halajá para las comunidades criptojudías. Sin embargo, éstas reclamaban que la única identidad que poseían era la judía, y el hecho de que a un grupo de rabinos europeos no les pareciera les venía resultando intrascendente. Eran judíos y punto.

Hay un par de cosas que mencionar respecto a estas comunidades, y hasta cierto punto cada una de ellas le da la razón a cada bando.

En primer lugar, es un hecho que tanto la comunidad judía de Vallejo como la de Venta Prieta, no son exactamente descendientes directos de criptojudíos, sino descendientes de gente nativa convertida al judaísmo por criptojudíos españoles. Esta práctica fue, aparentemente, común en los siglos XVII y XVIII, porque una forma en la que familias criptojudías se garantizaban cierta seguridad en el Nuevo Mundo, era judaizando a los indígenas locales y, por lo tanto, volviéndolos cómplices.

Desde un punto de vista halájico, puede cuestionarse el valor de estas conversiones porque no fueron avaladas por un tribunal rabínico competente, y no se puede comprobar que hayan sido logradas ofreciéndole a los indígenas que abrazaban el judaísmo un conocimiento pleno del mismo. Pero también es cierto que si no se hizo fue porque era, materialmente, imposible.

Y la otra cara de la moneda es el segundo punto, que me parece que pesa a favor de estas comunidades de nativos mexicanos criptojudíos: desde hace un par de siglos, según los cálculos, son gente que, con aval halájico o no, la única identidad que han tenido es el judaísmo, y supieron conservar dicha identidad pese a todos los riesgos que implicaba.

A mi muy personal modo de ver, si no son judíos desde un punto de vista halájico convencional, lo son por derecho y convicción propios, y estoy seguro de que la Halajá judía es algo lo suficientemente amplio y completo como para resolver dicho asunto.

La sorprendente historia de estas comunidades llamó la atención de la prensa judía, y se han escrito multitud de artículos, así como filmado varios documentales, sobre estos casos que siguen siendo objeto de controversia y admiración.

Sin embargo, debe decirse que aparte de dichas comunidades, existen otros grupos de criptojudíos que nada tienen que ver con esta controversia.

Y al hablar de ellos, me refiero a familias que son descendientes directos de judíos españoles y portugueses, y que lograron conservar su sentido de identidad por medio de las tradiciones que se fueron heredando de generación en generación, además del rigor de sólo casarse entre ellos mismos.

Parece mentira, pero existen, y me consta personalmente. Lo mismo he conocido a familias cuyo caso es el mencionado, que lugares donde se sigue sintiendo el peso de estos hábitos.

Voy a empezar por hablar de dos lugares que me resultan sumamente interesantes: Cotija, en el estado de Michoacán, y el circuito de poblaciones que van desde Quecholac, Puebla, hasta Córdoba, Veracruz.

El caso de Cotija está sobradamente documentado. Se sabe que la población fue fundada por un grupo de 18 familias judías, y aún en la actualidad es perfectamente clara la división entre el grupo de origen ibérico y el grupo indígena nativo. Es decir, los descendientes de aquellas familias llegadas de Europa no incorporaron el mestizaje que sí se dio en el resto del país. Además, tal y como lo señala el historiador judío mexicano Enrique Krauze, siguen utilizando nombre hebreos para bautizar a sus hijos.

Sin embargo, la gente que desciende de estas familias no parece tener mucho interés en el tema. A veces, incluso parecieran rehuir todo lo que suene a judío. Y sin embargo, los de Cotija tienden a conservar su sentido de identidad casándose entre ellos mismos.

Varios apellidos célebres en México han salido de allí. Baste mencionar a los insignes músicos Tito Guízar y Pepe Guízar, al también célebre Cardenal Darío Miranda, y al ínfame Padre Maciel, sobre quien pesan serias acusaciones de pederastia.

Me llama la atención un hábito de mucha gente de ese lugar: se siguen comportando como criptojudíos. Su frecuente insistencia en vivir como si el judaísmo no tuviera nada que ver con ellos es delatora. Y digo delatora, porque en la actualidad ese ya no es un tema que pudiera resultar preocupante. De hecho, la mayoría de los hispanos que estudian un poco el tema terminan por admitir, sin empacho ni jactancia, que seguramente algún ancestro judío deben tener.

Pero estos descendientes de criptojudíos no. Ellos siguen comportándose como sus ancestros, como si intuyeran que delatarse como judíos es algo peligroso. Y en consecuencia, se intentar disociar de dicha identidad.

Caso completamente diferente fue el del circuito que va desde Quecholac, Puebla, hasta Córdoba, Veracruz.

Al igual que las familias blancas de Cotija, las familias blancas de esta zona fueron, originalmente, de un claro origne judío. Incluso, en una de las poblaciones intermedias circula una curiosa historia, más legendaria que verídica, pero sumamente significativa.

Según dicha historia, la iglesia parroquial de Río Blanco (población colindante con Orizaba, Veracruz), fue construida por la comunidad judía local para que fuera su sinagoga. Sin embargo, cuando el templo fue concluido, la Iglesia Católica local se lo apropió y lo convirtió en Iglesia. Como muestra de su origen, el rosetón de la fachada del templo es una Estrella de David (dato perfectamente verificable).

A favor de esta historia, aparte del rosetón, está el hecho de que el diseño del templo es bastante atípico para ser un templo católico. Llegado el caso, tiene más aspecto de templo protestante.

Sin embargo, no hay ningún sustento histórico para este relato. Nunca hubo una comunidad judía organizada allí, y menos una que requiriera una sinagoga con cupo para unas seiscientas personas.

Hacia los años veintes y treintas, varias familias judías provenientes de Siria se establecieron temporalmente en Orizaba, pero para ese entonces el templo de Río Blanco ya estaba bastante avanzado en su construcción. Además, dichas familias tenían el objetivo de trasladarse a la Ciudad de México -- cosa que eventualmente hicieron --, y era obvio que no iban a invertir dinero en algo tan caro como un templo en ese lugar. Además, eran grupos pequeños, y celebraban sus rezos en casas particulares.

¿De dónde surge, entonces, esta historia? Y hago la pregunta porque aún las leyendas tienen como punto de partida un hecho histórico.

Ya está comprobado que ese circuito de poblaciones, de amplia importancia comercial por ser el paso obligado entre la Ciudad de México y el puerto de Veracruz, fue la sede de una amplia comunidad criptojudía.

Apellidos como Tavarez, Maldonado, Chávez, Miranda, Machorro y Cano son frecuentes en esa zona, y además están vinculados con las familias blancas del lugar. Además, las conbinaciones entre estos apellidos son frecuentes también.

Sin embargo, la mayoría de los que hoy llevan esos apellidos se han asimilado a su cultura circundante, básicamente católica. Hasta cierto punto, era inevitable, porque el criptojudaísmo ofreció su más feroz resistencia cuando hubo una persecución constante. Al relajarse el ambiente y desaparecer el peligro real, muchos criptojudíos fueron acoplándose a su entorno, y curiosamente, eso logró lo que la inquisición no: integrar a los descendientes de judíos conversos al cristianismo común y corriente de la zona.

Sin embargo, hubo familias que optaron por conservar su identidad a costa de todo, y para ello desarrollaron diversas estrategias.

La más frecuente fue la de sólo emparentar con familias similares, y se ha podido constatar que ese fenómeno se sigue practicando entre grupos bien definidos de Michoacán (como en el caso de Cotija), Nuevo León, Yucatán y el circuito de Puebla - Veracruz.

Pero otro que ha sido poco estudiado, y que me parece que ofrece mucho material de estudio, es el protestantismo.

Las misiones presbiteriana y metodista arribaron al país entre 1872 y 1873, y hacia principios del siglo XX ya estaban sólidamente asentadas en el país, pese a la oposición del catolicismo circundante.

Un apoyo fundamental para el éxito de esas misiones fueron las logias masónicas. De hecho, la introducción del protestantismo en México fue parte de un proyecto en el que estaban involucrados muchos masones, y que en su momento había causado una opinión favorable de líderes del tamaño de Benito Juárez (masón él mismo), porque el protestantismo representaba la posibilidad de crear un contrapeso religioso a la influencia que el catolicismo tenía en la población mexicana, especialmente en los medios rurales.

De ese modo, la masonería -- que para entonces tenía establecidas en el país varias logias -- fue el punto de partida para que las dos nuevas iglesias empezaran sus actividades. En muchos lugares, el centro de la logia masónica sirvió como primera sede para las incipientes congregaciones protestantes. En repetidos casos, la gente afiliada a la masonería fue la primera en volverse protestante. De hecho, los primeros misioneros protestantes eran, frecuentemente, masones de alto rango.

Pero la pregunta que falta contestar ampliamente es de dónde salieron los primeros mexicanos dispuestos a ser masones. Y es que adoptar esa ideología no era algo fácil. En primer lugar, se requería de preparación cultural y académica, porque la masonería nunca ha sido algo sencillo. No hubiera sido extraño que dichas logias aparecieran en las ciudades, pero lo cierto es que para cuando el protestantismo empezó a extenderse en provincia, muchos lugares tenían logias masónicas.

En segundo lugar, para ser masón uno tenía que estar dispuesto a llevarle la contra al populacho católico. De hecho, implicaba ir en contra de las creencias más recalcitrantes de la iglesia que tenía el control práctico de la mayoría de las dinámicas de la provincia mexicana.

¿Quiénes estuvieron dispuestos y capacitados para engrosar las filas de la masonería, y eventualmente, las del protestantismo?

Ante todo, gente que estuviera dispuesta a manifestar su desacuerdo con el catolicismo mexicano. Y los criptojudíos eran un grupo bastante dispuesto a ello.

Todavía hoy, si uno frecuenta las congregaciones más viejas y tradicionalistas de las iglesias presbiteriana y metodista en México, descubrirá ese rancio (en buen sentido) y riguroso grupo de familias blancas que se jactan de ser protestantes desde hace cinco o seis generaciones, y que no suelen mezclarse con el resto de la congregación. Son los protestantes de abolengo, y basta hurgar un poco para empezar a encontrar a los tíos, abuelos o bisabuelos masones. Y basta comparar sus apellidos con la lista ofrecida por la página www.sephardim.com en su base de datos para corroborar que son, efectivamente, sefaraditas.

El protestantismo le ofreció a muchas familias criptojudías un espacio para justificar su círculo cerrado, porque los protestantes en México, en tanto minoría perseguida brutalmente durante muchas décadas, siempre procuraron casarse entre ellos mismos nada más, y en muchas congregaciones sigue siendo un escándalo cuando alguien decide casarse con un no protestante.

¿Ideología de criptojudíos heredada? Algunos dirán que sí, otros lo negarán, pero el caso es que no es difícil encontrar que muchas de las familias protestantes de abolengo conservan varias de las características de los criptojudíos.

A fin de cuentas, el problema de estas familias judías obligadas a aceptar el bautismo, era sobrevivir.

Algunas lo lograron asimilándose al catolicismo circundante. Otras lo lograron vinculadas hasta la fecha con el judaísmo. Otras, se quedaron en un punto intermedio, perdiendo el judaísmo, pero abjurando del catolicismo.

Sin embargo, es sorprendente la cantidad de grupos que llegaron a su cita con el siglo XXI con una evidente identidad judía. Algunos sin saberlo, otros indiferentes, otros convencidos. Pero allí están.

Porcentualmente hablando, son muy pocas familias, por supuesto. Pero acaso sean sus miembros los que pudieran reclamar con mayor facilidad -- incluso desde el punto de vista halájico -- el derecho de ser considerados judíos, a diferencia de todos aquellos que, por extraña moda, por el hecho de llevar un apellido enlistado como sefaradí, repentinamente han intentado construirse una "identidad" judía, ya sea por iniciativa propia o no.

Resumiendo, digamos que apellidarse Machorro, Maldonado, Cano, Tinoco, Fonseca o Chávez (apellidos que hace dos o tres siglos eran descarademente judíos en la Nueva España) no implica que la persona que los lleva SEA judía. Significa, acaso, que tal vez un ancestro lo fue, pero nada más.

En cambio, pertenecer a la comunidad de Vallejo o a la de Venta Prieta, implica que aunque en su momento no se hayan cubierto ciertos requisitos halájicos, la realidad es que la única identidad que se porta es la judía, aunque se sea mestizo o indígena mexicano promedio.

Y en el otro extremo, existe un grupo de familias (reducido, porcentualmente, pero notablemente amplio si tomamos en cuenta que estamos hablando de un fenómeno que inició hace cinco siglos) en quienes es muy evidente el peso de la herencia judía. Incluso, varias de esas familias podrían, sin mucha dificultad, demostrar que son JUDÍOS, porque siempre rechazaron la mezcla con otro tipo de familias. Dentro de ese grupo, hay quienes ya han optado por regresar a la fe de sus ancestros, y hoy en día practican el judaísmo de manera plena. Otros, simplemente se asimilaron al catolicismo u optaron por otras alternativas como el protestantismo, e incluso el ateísmo. Algunos, incluso, niegan cualquier vínculo con el judaísmo, como si la sola mención de dicho dato fuera ofensiva o molesta. O más bien, desde una perspectiva más atenta a la sicología, peligroso.

Pero allí están. Los B'nei Anusim. Los Hijos de los Forzados.

Para serlo no basta llevar el apellido. El que lo es, sabe, o por lo menos intuye, que lo es. Está acostumbrado a que su familia, católica o protestante, no es como las demás familias. Y el día que busque pareja con quien reproducirse, tendrá que cargar con la pesada carga de la tradicional opinión familiar, que sabrá ser contundente a la hora de identificar si el candidato a pariente es parte de ese clandestino grupo perseguido, estigmatizado, que tuvo que desarrollar sutiles pero eficientes códigos de conducta para que, a la hora de perpetuar al grupo, se pudieran identificar.

Y sigue funcionando, porque son estrategias de sobrevivencia desarrolladas y perfeccionadas durante tres o cuatro siglos, y por lo tanto, hábitos demasiado difíciles de desterrar.

A veces pasa, y me consta por casos que he conocido personalmente, que alguien de estas familias decide casarse con quien menos se imaginaban sus familiares: con un judío.

Pero, sorprendentemente, el acoplamiento es sencillo. Como si, pese a todo, esa familia oficialmente católica o protestante estuviera hecha para congeniar con judíos.

Y es que lo dice un dicho popular mexicano: un loco identifica a otro loco.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Los Judíos Conversos en México I

Anduve revisnado algunos foros de discusión en la red sobre el asunto de las genealogías, y me sorprendió lo álgido que resulta el tema de los judíos conversos que se establecieron en la Nueva España durante el periodo colonial (1521 - 1821).

Parece que hay de todo, incluyendo proselitismo religioso de por medio. Desde simple curiosidad genealógica hasta extraños comentarios de carácter racista, el tema se antoja inagotable.

¿Cuál es el problema? Me parece que tiene que ver con el asunto de la identidad. Es decir, un cristiano mexicano hace su vida muy normal, y de repente un día se entera que por apellidarse Arias -- un ejemplo -- ES judío. O PODRÍA serlo. O DESCIENDE de alguno. ¿O qué?

Y allí es donde pueden entrar muchos factores contradictorios. Por ejemplo, judíos mesiánicos fanáticos que por lo mismo quieren integrarlo a su "sinagoga". O una reacción racista que le moleste al susodicho, y lo ponga en una crisis por enterarse que algunas gotas de su sangre son judías.

Así que vamos a hacer un intento por despejar algunas dudas al respecto.

Empecemos por algo de historia. Los orígenes del judaísmo en España se pierden en el tiempo, y no parece fácil establecer en qué época se constituyó la primera comunidad judía de la Bíblica Sefarad. Se sabe que hacia el siglo III aC ya había una próspera comunidad allí, pero ciertos datos -- de carácter más míticos que históricos -- remontan hasta tiempos del Rey Salomón (siglo X aC) el origen de dicha comunidad.

Lo cierto es que hacia los inicios de la era Cristiana, Iberia tenía una importante comunidad judía, con una gran concentración en la zona de la actual Córdoba, e importantes grupos en la costa mediterránea, especialmente en las zonas de Cataluña y Valencia.

La comunidad judía española logró sobrevivir a todo tipo de presiones, producidas por las cambiantes políticas que eventualmente llegaron a aplicar tanto los gobiernos cristianos como islámicos, hasta que a partir de 1391 la situación empezó a volverse intolerable, y finalmente en 1492 se decretó que los judíos debían abandonar el territorio español. El requisito para quedarse era la conversión (situación que, por cierto, no era nueva; la información sobre judíos conversos por la fuerza data del siglo IV dC).

Un contingente enorme optó por el exilio. Supongo que es imposible calcular el número, pero la cifra mínima que proponen quienes se han dedicado a este tema es de 100,000 sefaraditas abandonando España. Otros hablan de hasta 250,000.

Y si resulta difícil saber cuántos se exiliaron, más difícil aún es saber cuántos aceptaron el bautizo y se quedaron. Y si a eso le agregamos que las conversiones forozosas se venían dando desde más de 1,000 años atrás, resultaría todavía más difícil cuántos españoles eran descendientes de judíos para ese momento.

Por eso el chiste sefaradita: sacude cualquier árbol genealógico hispano, y no tardarán en empezar a caer judíos. O la jactancia de Camilo José Cela (y me resulta harto simpático que lo dijera con JACTANCIA): Después de Israel, España es el país que más sangre judía tiene.

Inevitablemente, esa condición se heredó a las colonias españolas en lo que hoy llamamos América Latina. Fenómeno curioso, porque la Corona Española prohibió a los llamados Cristianos Nuevos establecerse en la colonias de ultramar. Sin embargo, quienes estuvieron extendiendo las autorizaciones para llegar a las colonias (hoy les llamamos visas) fueron miembros de una familia judía conversa, los Vaez de Sevilla, y en consecuencia, esté continente se llenó de judíos que preferían mantenerse lejos de los grandes centros inquisitoriales españoles. ¿La razón? Ah, furioso caso.

Aunque le duela a la Iglesia Católica y a España toda como país, debe decirse que el caso de la Inquisición Española sólo puede calificarse como brutal y criminal. Es uno de los ejemplos más horrendos de intolerancia y deshumanización que podemos hallar en occidente, y representa la fusión de los poderes eclesiástico y político con un objetivo racista en general, y antijudío en particular. Es, por lo tanto, el primer gran eslabón del antisemitismo institucional europeo que va a ver su consumación en el régimen nazi de la Alemania del siglo XX.

Nada de que eran las características de ese tiempo. No todos los países cristianos desarrollaron ese tipo de tribunales, y siglos atrás el califato de Córdoba ya había dado ejemplo en ese mismo país de que se podía gobernar de otra manera.

Asesino y criminales intolerantes, sin más.

El interesante problema es que la Inquisición Española era autónoma en relación al Vaticano, directamente controlada por la Corona Española. Se sabe que hubo repetidos intentos de parte del Vaticano para controlar la ferocidad de las persecuciones de la Inquisición Española, pero no tuvieron efecto.

Todo surge de la fanática y obsesiva visión de Isabel de Castilla y su confesor, el Cardenal Cisneros, quienes fueron los que diseñaron esa Inquisición tan especial, y los que obtuvieron de Roma la autorización para que el tribunal de Santo Oficio español estuviera a las órdenes de la casa real castellana. ¿El propósito? Hacer de España el país más católico del mundo.

Lo lograron, sin duda, pero el precio fue hacer de España también el país más retrasado y viciado de Europa, lo que provocó que todos los adelantos científicos, culturales y sociales que Europa desarrolló entre los siglos XVI y XIX, prácticamente pasaran inadvertidos en España.

Pero hubo un aspecto en el que el Santo Oficio fracasó: Cisneros y Torquemada lograron su objetivo de librar de judíos al país, pero no se tardaron en descubrir que muchos de los que se habían bautizado para poder permanecer en territorio español seguían practicando el judaísmo en secreto. Técnicamente, eran cristianos, y por eso el tribunal de Santo Oficio tenía autoridad sobre ellos.

Eso dio como resultado el inicio de una feroz persecución contra cristianos de origen judío, y la instauración de un régimen que, en sus momentos más álgidos, era simplemente terrorífico.

No necesitabas ser judío para estar en riesgo. Bastaba con que te acusaran de serlo, y eso podía ser por envidia, venganza o lo que gustes. La inquisición te arrestaba, confiscaba tus bienes para pagar con ello el proceso judicial, y no se te informaba bien de qué se te acusaba, ni quien te acusaba. Sólo se te presionaba para que confesaras.

Otra consecuencia curiosa de esa situación fue la creciente obsesión por la "limpieza de sangre", que era el requisito para demostrar que se era "cristiano viejo". Originalmente, ésta se obtenía demostrando que no había judíos ni musulmanes en las tres generaciones anteriores, pero el requisito se fue ampliando hasta llegar a siete generaciones.

Sin embargo, para ese momento muchos criptojudíos ya habían logrado obtener certificados apócrifos, y procuraban integrarse de cualquier manera a la sociedad. Los que optaron por venir al Nuevo Mundo, lo hicieron porque calculaban que sería más fácil evadir a la Inquisición de este lado del planeta, y hasta cierto punto tuvieron razón.

Aquí también se establecieron tribunales, e incluso se llegaron a dar grandes Autos de Fe, pero había mucho territorio por colonizar, y por lo complicado que resultaba ese proceso, durante mucho tiempo la sociedad se concentraba en otras cosas y no en estar buscando judíos.

Gracias a ello, familias de origen judío se establecieron en territorios recién colonizados -- como el Nuevo Reino de León, actualmente Nuevo León --, zonas de tráfico comercial -- especialmente en estados como Michoacán, Veracruz, Puebla, Yucatán o Oaxaca --, o en zonas mineras -- como Taxco.

Y aquí es donde empieza lo laberíntico del problema. ¿Cuáles apellidos son judíos? De entrada, estamos hablando de apellidos ibéricos, tanto españoles como portugueses (y cuando decimos "españoles", obviamente van incluidos catalanes, vascos, castellanos, andaluces, extremeños, navarros, asturianos, canarios, baleares y gallegos). Y entonces resulta que apellidos que hoy son relativamente comunes, como Díaz, González, Arias, Treviño, Benítez están mencionados como propios de familias judías. Más complejo aún, cuando empiezan a aparecer los Ramírez, Sánchez, López, Pérez y Hernández.

Visto desde una perspectiva torpe, resulta que casi todos son judíos. Una perspectiva menos torpe dirá que son descendientes de judíos. Pero lo cierto es que ambas perspectivas son insustentables. Más aún, pretender convencer a alguien de que por llevar cualquiera de estos apellidos es judío.

Y es que el apellido no es determinante en este caso por una razón bien simple: la identidad judía se hereda por la vía materna, y este es un aspecto fundamental a tomar en cuenta por dos razones:

a) Muchas familias criptojudías emparentaron con familias de Cristianos Nuevos. Si una mujer de familia de judíos conversos se casaba con un cristiano nuevo, el apellido que sus descendientes iban a heredar tenía limpieza de sangre. Sin embargo, si la familia seguía vinculada a las prácticas judías -- y más aún, al sentido de identidad --, era frecuente que cuando los niños cumplieran 13 años la familia materna le revelara que eran judíos. De ese modo, muchos apellidos que no tenían que ver con judíos, pasaron a vincularse con criptojudíos.

b) Del otro lado, si un joven de familia criptojudía se casaba con una mujer de familia con limpieza de sangre, desde el punto de vista judío los hijos NO ERAN JUDÍOS. De ese modo, muchos apellidos de familias criptojudías pasaron a ser llevados por ciudadanos cristianos y sin ningún vínculo con el judaísmo.

En consecuencia, un apellido no dice nada definitivo para intentar redefinir una identidad hispánica.

Cierto que hay apellidos que en su momento fueron descaradamente judíos. Por ejemplo, en el siglo XVII no podías apellidarte Maldonado, Fonseca, Tinoco, Carvajal, Teixeira, Téllez, Machorro o Cano, y dudar que tus ancestros fueran judíos. En cambio, dos siglos más tarde podías encontrar gente con esos apellidos que no tenían ningún vínculo con el judaísmo, y en cambio gente con apellidos como Hernández o López que en secreto seguían practicando esa religión.

¿Cómo saber, entonces, si un ciudadano hispano tiene un vínculo verificable con familias de judíos conversos?

La única pista fiable, aunque muy difícil, es la tradición familiar.

Me refiero a esto: los criptojudíos cambiaron de apellidos tantas veces como les fue posible, o tantas como les fue obligado. Pero quienes quisieron conservar su vínculo con el judaísmo -- que fueron bastantes, por cierto -- no cambiaron sus hábitos.

Dichos hábitos eran raros para la sociedad hispanoamericana, pero no descaradamente judíos. Eran necesarios para que ellos mismos pudieran identificarse sin correr el riesgo de exhibirse y ser denunciados, y aunque se llegó a una época donde el tribunal de Santo Oficio dejó de perseguir criptojudíos, dichos hábitos se siguieron practicando para garantizar que dichas familias se siguieran reconociendo, y con ello conservar la identidad del grupo. O dicho en una palabra, sobrevivir.

A muchos les sorprende, e incluso hay académicos que se resisten a admitirlo, pero el hecho es que estos grupos de familias sobreviven hasta la fecha. Algunos no saben que sus hábitos son de origen judío (y por lo tanto, ellos mismos también), pero conservan la curiosa convicción de sólo mezclarse con gente que comparta dichos hábitos (principalmente en provincia).

¿De qué hábitos estamos hablando?

Por ejemplo: cambiar toda la ropa de cama (sábanas, principalmente) los viernes; poner un vaso de agua cerca de una persona recién fallecida, o derramar agua por la ventana; encender velas en la casa los viernes por la tarde; no consumir carne sin antes haber quitado todo el pellejo o toda la grasa; preparar buñuelos desde principios de diciembre y no sólo en Navidad.

Y hay una costumbre más de mucho peso: los católicos de América Latina mantuvieron, por lo menos hasta mediados del siglo XX, la costumbre de nombrar a sus hijos conforme al santoral. Además, muchos mantuvieron la costumbre de llamar a todos los niños "José" y a todas las niñas "María", así que entre el José y el María, el nombre del santo patrono, el nombre de algún padrino y el nombre que le quisieran poner, los nombres católicos romanos característicos eran largos, y a veces extraños.

Los criptojudíos no tuvieron esa práctica, y optaban por usar nombres hebreos (bíblicos, por supuesto) preferentemente. Además, conservaron la costumbre hebrea de repetir los mismos nombres en la familia, de tal modo que siempre hubiera algún Gabriel, Rafael, Joaquín, Daniel o Ezequiel, por mencionar algunos de los nombres más socorridos.

Resulta difícil, pero en la medida en la que estas características aparezcan juntas, es como más podemos estar seguros de que se tenga algún vínculo familiar con judíos.

Hay que ponerle especial atención al cuadro familiar hacia principios del siglo XX. Si la familia practica alguna de las costumbres que mencioné (o la practicaba), si los nombres son hebreos y se tienden a repetir en varias generaciones, y aparecen varios apellidos identificables como propios de familias de judíos conversos, y se conserva el aspecto mediterráneo - español, es entonces casi seguro que ese vínculo es real.

En la medida en que dichas características no aparezcan, es muy probable que el vínculo sea demasiado lejano, o francamente inexistente.

Aquí lo difícil es encontrar familias que conserven este panorama completo. Y digo difícil, porque son pocas. Y las pocas que hay -- insisto, aunque parezca mentira, TODAVÍA LAS HAY --, precisamente por su herencia CRIPTO judía, no suelen hablar del asunto con nadie, a menos que le hayan identificado como otro criptojudío.

Sin embargo, cuando algunos elementos de este panorama empiezan a aparecer, suelen ser varios, no nada más uno. Especialmente en ciertos lugares, o en ciertos sectores sociales más o menos cerrados.

En la continuación de esta nota hablaré un poco sobre el curioso caso de Cotija, Michoacán, y otros similares.

Y también, precisamente por lo antagónico que resultan, los casos de Venta Prieta, Hidalgo, y la sinagoga de Vallejo, Ciudad de México.

domingo, 9 de diciembre de 2007

La Caída del Hombre V

Ye hemos visto que el ser humano existe en dos planos al mismo tiempo: el individual y el social, cada uno con sus propios atributos. Ya hemos visto también que el punto donde el ser humano debe aprender a integrar dichos planos es la familia, por lo cual "no es bueno que el hombre esté solo".

La familia es el espacio donde todo el universo convive, obligando al individuo a socializar, pero en una ambiente reducido donde puede conservar su identidad individual. De ese modo, aspectos aparentemente disímiles se integran. El ejemplo más claro de esto es la permanente tensión entre religiosidad y espiritualidad.

La religiosidad nos es mostrada como parte de la sociedad, mientras que la individualidad como parte del individuo. Y es en la familia donde la espiritualidad se debe compartir entre varios individuos (o volverse social) y donde la religiosidad debe cobrar sentido para cada uno (individualizarse).

El éxito del equilibrio que el ser humano debe conservar depende del equilibrio que conserve en su entorno familiar. Por eso, el inicio de la caída es relatado desde la experiencia de una familia.

Siempre se ha hecho la pregunta de por qué si Adam y Java vivieron casi mil años, sólo tuvieron tres hijos dignos de mencionarse (Caín, Abel y Seth). O de dónde sacó esposa Caín.

Son preguntas improcedentes, porque lo que el texto pretende es analizar los elementos que desequilibran una familia -- y en consecuencia a la humanidad -- no ofrecernos un panorama de la historia de la especie humana (dicho panorama es ofrecido a partir de Bereshit-Génesis 5, donde se habla de la caída de la sociedad, y allí la historia abarca a mucha más gente que Adam, Java, Caín, Abel y Seth).

El relato de este fracaso familiar está narrado en Bereshit-Génesis 3 y 4, y es un pasaje profundamente enigmático y complejo, porque al reflexionar sobre él nos damos cuenta de lo difícil que es diferenciar lo bueno de lo malo, o en el más modesto de los casos, lo conveniente de lo inconveniente.

Decir que el pasaje se limita a que D-os dio una orden, Adam y Java pecaron por el engaño de la Serpiente-Satanás, y en consecuencia D-os castigó a todos, es terriblemente simplista, y apenas digno de una mentalidad pueril.

Vamos por orden: la primera parte del relato (capítulo 4) tiene como personajes a la serpiente, Java, Adam y D-os, en orden de aparición.

Y hay que decir algo en reivindicación de la serpiente: la Torah no dice que fuera el diablo. Sólo dice que era astuta. Ciertamente hay una vinculación posterior con Satanás, pero esta es más propia del cristianismo. Desde la óptica judía, es impensable la asociación entre la serpiente y el príncipe de la maldad, en primer lugar, porque el hebreo "Satán" significa "caos", y no es obligatorio asumirlo como el nombre personal de un demonio. En segundo lugar, por el valor guemátrico de la palabra que se usa para "serpiente", que es "najash" (nun - jet - shin), y que equivale a 50 + 8 + 300 = 358. Extrañamente, el mismo valor que "mashiaj" (mem - shin - yud - jet), cuyos valores son 40 + 300 + 10 + 8 = 358. Y eso no es accidente ni casualidad, porque la Torah es un texto cuyo diseño le da un gran relieve a los valores guemátricos (numerológicos).

El hecho de que la Serpiente y el Mesías tengan el mismo número nos enfrenta al problema con el que cotidianamente lidiamos como individuos, familia o sociedad: todo tiene dos caras, y lo bueno y lo malo no reside en los objetos, sino en las consecuencias de nuestras decisiones.

Aquí el objeto en cuestión es el conocimiento. ¿Cómo te acercas a él? Puedes hacerlo por medio de la serpiente, o por medio del Mesías. Dependiendo de tu decisión, las consecuencias que afrontes. Aunque de todos modos es inegable que estamos hablando de CONOCIMIENTO.

La serpiente aborda a Java pervirtiendo la instrucción original de D-os: "¿Conque D-os os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?" (3.1).

Y es que esa es la primera tentación del conocimiento: el absolutismo. La orden de D-os sólo prohibe comer de un árbol. La tentación sugiere que eso significa no comer de ninguno.

El acceso al conocimiento crea esa alucinación. Lo mismo puede derivar en la idea de que por medio del conocimiento, el individuo puede controlarlo todo. O también en que por medio del conocimiento, se puede agotar cualquier tema.

El problema aquí es el papel del ser humano (la familia, específicamente) en la Creación, porque la tentación no se limita a tergiversar lo dicho por D-os, sino que va más allá.

Java responde mal, pues altera a su vez la orden dada por D-os, diciendo que no deben comer del árbol (dato correcto), ni tampoco tocarlo (dato de más), porque la consecuencia es la muerte (3.2-3). Entonces, la serpiente aborda el tema consecuente a la visión absolutista del conocimiento: "no moriréis, sino que sabe D-os que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y SERÉIS COMO D-OS, sabiendo el bien y el mal" (3.4-5).

¿Cuál es el problema de ser como D-os? Que D-os ya ha terminado su labor creadora, pero ha dejado el planeta incompleto. El resto de la sagrada labor de completar la Creación lo ha dejado en manos del ser humano, que debe fructificar y multiplicarse, llenar la tierra y sojuzgarla.

Cuando se intenta acceder al conocimiento individual con el objetivo de llegar al conocimiento absoluto, se está pretendiendo ser como D-os, y por lo tanto, autoexonerarse de la responsabilidad de SER HUMANO, negando la naturaleza del conocimiento, que es SOCIAL.

Ya lo habíamos marcado desde el primer relato de la Creación: el conocimiento en todas sus facetas es patrimonio de la humanidad, y tiene como objetivo mantener el equilibrio de la misma. O dicho de otro modo, reforzar aquello que nos hace humanos a todos. En el momento en que Java quiere acceder a este conocimiento de modo individual al comer de la fruta prohibida, y de modo familiar al darle a comer a Adam, se arriesga a hacer del conocimiento un fenómeno limitado, exclusivo, que haga que quienes lo poseen puedan aislarse del resto de la sociedad, y por lo tanto, quedar fuera de las reglas que garantizan el equilibrio de la misma.

Y en medio de todo sigue resonando esa extraña orden de D-os: no te acerques al conocimiento, que es lo que a fin de cuentas significa "del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás" (2.17).

No ha faltado quien juzgue semejante orden de D-os como una manifestación terrible de la intolerancia que por naturaleza tiene la religión, o por lo menos la erróneamente llamada tradición judeocristiana (y digo erróneamente, porque el judaísmo y el cristianismo son bastante distintos).

Esta es una opinión totalmente miope, porque si bien es cierto que D-os le da esa orden al INDIVIDUO, también es cierto que no se la da a la SOCIEDAD. ¿Por qué? Lo vimos en el primer relato de la Creación: el conocimiento es patrimonio de todos. Si este relato que se concentra en la experiencia individual-familiar habla en estos términos de este asunto, es porque la tentación consiste en querer controlar como individuo o como grupo lo que D-os nos ha heredado a todos.

El conocimiento es, entonces, para compartirlo. No para igualarnos a D-os. Cuando lo compartimos, nos comprometemos con nuestro papel sagrado de continuar la interminable Creación del mundo. Cuando intentamos igualarnos a D-os, intentamos huir de esa responsabilidad, por medio de la falaz idea de la superioridad que supuestamente goza quien controla el conocimiento.

La primera consecuencia es el choque entre conocimiento y espiritualidad.

¿Suena familiar? Sin duda, porque vivimos en una sociedad donde ese choque se ha vuelto lo cotidiano, y pareciera que la religión y la ciencia son visiones incompatibles.

Cada perspectiva comete un error. La religión, al querer ser la alternativa de espiritualidad, cuando la espiritualidad es algo que cultiva el individuo, no la sociedad. Cierto que todo individuo puede desarrollar su espiritualidad desde la religión, pero eso debe quedar en control del individuo, NO DE LOS JERARCAS.

¿Por qué? Porque la experiencia espiritual es única e intransferible. En consecuencia, todo proyecto misionero cuya esencia es "te voy a enseñar la verdad", se convierte en una labor de colonialismo espiritual, que puede ofrecer experiencians sensoriales y subjetivas que fascinen al individuo, pero que están muy lejos de fortalecer verdaderamente su vida espiritual.

Por su parte, la ciencia ha caído en el error de convertirse en un asunto de élites, al servicio de otras élites. El mayor ejemplo de ese fracaso es la tecnología bélica, desarrollada para apoyar los proyectos de control de un grupo de personas sobre los demás.

El punto intermedio, el elemento del equilibrio, es la democratización del conocimiento. Cuando el conocimiento se hace accesible a todos, y la investigación está al servicio de todos, incluso se puede superar la viciada práctica del colonialismo espiritual, porque entonces un verdadero maestro puede ayudar a su alumno a que desarrolle SU PROPIA experiencia espiritual, respetando el valor individual y subjetivo que la misma tiene.

Democratizar el conocimiento no significa que todos tengamos que saberlo todo. Eso es imposible. Pero exige que todos tengamos las mismas opciones. Habrá quienes las aprovechen mejor que otros, pero eso no debe derivar en sometimiento. Habrá quien llegue más lejos porque tenga mejores capacidades, pero eso no se debe traducir en control, sino en un mayor compromiso para garantizar la igualdad de los seres humanos, misma que garantice el equilibrio necesario para poder cumplir nuestra parte en la Creación.

Hasta el momento, todo esto se nos presenta como una utopía, debido a que no se ha logrado dar en la sociedad humana. En consecuencia, ciencia y religión parecen irreconciliables.

Esa fue la experiencia de Adam y Java. Bereshit-Génesis nos dice que D-os se empezó a pasear en el huerto y oyeron su voz (3.8-10). La forma en la que D-os se comporta y en la que Adam y Java reaccionan, sugiere que estos paseos de D-os por el huerto eran algo rutinario. Es decir, que había una relación personal (individual) del ser humano con D-os.

Repentinamente todo esto se ha alterado. El ser humano a entrado en conocimiento de su desnudez, y el acceso al conocimiento que prometía hacerlos como D-os los ha separado de Él, y por eso se tienen que esconder, porque la elitización del conocimiento, lejos de hacer crecer al ser humano, lo destruye. Cierto, es lo que nos ofrece ese número 358, pero hacerlo por la vía de la serpiente hace que todo el universo se desintegre. Esperar la vía del Mesías es darle un chance al mundo para que ese equilibrio se conserve, o de acuerdo a nuestra realidad caótica, se construya.